domingo, 28 de octubre de 2012

LA LUZ (Rafael García Serrano en El Alcázar 29/10/1984)



(Rafael García Serrano)

“Al escribir de carrerilla, casi mirando al calendario, la fecha de hoy, me he dado cuenta del día en que vivimos, al menos del día en que vivimos/morimos unos cuantos. En esta jornada municipal y torva, con un Madrid donde hay reservas para travestis como en los Estados Unidos para indios sioux. A estos y otras tribus, el Gran Jefe Blanco, en paz o en guerra, los cambiaba de praderas y tierras de caza, como quien se cambia de pensión, pero siempre tirando a peor. Aquí, no sé si en paz o en trifulca, el Gran Viejo Profesor –Gran Padre Blanco de los madriles- los traslada también a otras praderas de caza, de María de Molina a Vitrubio. Y de repente es como si me encontrase en el extranjero, a mil leguas del Madrid que yo conocí, incluso en tiempos malos, y me parece imposible que se diese tal día como hoy en este Madrid que es una pulpa sucia y apestosa, y en una mañana tan clara como la de hogaño, la consigna para toda una generación de españoles.


(Imagen de fundación de Falange Española)

       Muchas veces he contado que yo participé del discurso de José Antonio de una manera casual, auditiva, y a rachas, a través de la radio de un barecito de la Corredera Alta, con un grupo de estudiantes del Norte, navarros en su mayoría, que allí tomábamos el aperitivo. Bien, la anécdota es lo de menos, el caso es que por unas y otras cosas aquellas palabras han marcado mi vida y la de todos mis camaradas; los de mi promoción y mi contorno, los más queridos, ya en el otro mundo, por razones de sacrificio, de ley natural y de asco. Y uno piensa cuántos otoños, inviernos, primaveras y veranos han transcurrido desde entonces y cuántas ilusiones, cuántos esfuerzos, cuánta sangre, cuánto heroísmo, cuánto miedo dominado, cuánta luz ha transcurrido desde entonces y cuántos caminos abiertos se han cerrado, por el momento, al parecer, definitivamente. En el mundo todo da vueltas y en España más.

       Sólo cerca del final acierta uno a ver en qué instante se decidió su vida de manera indomeñable, salvo falta de decoro. Para mí fue aquel lejano 29 de octubre de 1933, como para otros muchos, al correr del tiempo, hasta llegar a los emocionantes jóvenes y adolescentes de hoy, que han recogido el relevo sin temblarles el pulso, con la exactitud de un buen atleta, y que conocen la doctrina y hasta la manera de ser que se anunció aquel día, cincuenta y un años hace, mejor que nosotros los viejos, porque nosotros todo aquello lo vimos nacer y crecer junto a las aulas, los campos de España, los talleres y las fábricas, primero en el corazón de manera abrumadora y luego más intelectualmente. Pero estos jóvenes que a veces aparecen por mi casa ha elegido la doctrina falangista, la doctrina joseantoniana –y en ella resumo todas las aportaciones originales de otros compatriotas- de un modo intelectual, preferentemente, aunque luego les ha desbordado el corazón, eligiendo entre otras muchas y cómodas ofertas y en instantes, ya largos, ya demasiado largos, de abatimiento nacional, cuando España agoniza.

(Mitin con el telón con el nombre de falangistas asesinados)

       Si repaso mi vida, como quien hace examen de conciencia, veo que todo su acontecer transcurre como un río brotado de aquel lejano nacedero, en razón de aquel domingo, de aquellas palabras y de las que sucesivamente fue predicando José Antonio por España, durante tres años, hasta su muerte, que aún duele y angustia como si fuese hoy. Las riberas de este río han visto mucha historia, rebeliones, guerras, Itálicas destruidas fulminantemente e Itálicas renacientes, ordenadas, florecidas al sol, y esto sólo con una pequeña brisa procedente de aquel nacedero, no con el viento varón que pudo haber engendrado o que no se aprovechó del todo para mover los molinos de la Patria, no sólo los del bienestar, sino aquellos que engendran los bienes del espíritu, de la fortaleza del país que fue llamado a cumplir una misión tal día como hoy.

       Ya vivo en pleno invierno, en esa soledad reflexiva y tierna que da el vestíbulo de la vejez. Y si hay algo de lo que me sienta contento es de mi fidelidad a aquel hombre y a aquella fecha y de esa candela abrasadora que me ilumina en esta oscuridad y que un día será luz de la madre España.”


(José Antonio Primo de Rivera)

       

viernes, 26 de octubre de 2012

Novedad editorial "Las mujeres de la División Azul"

La Editorial Barbarroja acaba de publicar "Las mujeres de la División Azul", libro con el que debuta en este campo Isabel Uriarte y que cuenta con el prólogo de uno de los principales expertos nacionales e internacionales en la División Española de Voluntarios, el profesor Luis E. Togores.


El libro ha sido presentado con éxito de público en la sede madrileña de la Fundación de la Hermandad de la División Azul.

+ info en http://infobarbarroja.blogia.com/

martes, 23 de octubre de 2012

María Cristina de Orive, última enfermera de la División Azul (Jacinto Antón en El País)

Todas eran valientes. Había que serlo para ir a Rusia. La madrileña Maria Cristina de Orive Alonso se alistó como voluntaria en 1941 para servir de enfermera en la División Azul impulsada por su coraje y por su filiación falangista. Tras sobrevivir a aquellos días de acero en el Este y prestar servicio en condiciones durísimas regresó para llevar una existencia sin tantos sobresaltos y morir este verano a los 92 años.



(María Cristina de Orive)

De Orive estaba considerada la última enfermera de la División Azul y en calidad de tal la incluyeron los estudiosos Pablo Sagarra, Óscar González y Lucas Molina en su libro Divisionarios (La Esfera, 2012).


'La dignidad de la pobreza' de Pedro Cantero

Pedro Cantero -destacado dirigente falangista durante la Transición política- acaba de publicar con muy buena acogida su primera novela 'La dignidad de la pobreza' con el sello de Ediciones Nueva República.


La novela está ambientada históricamente entre el final de la dictadura del General Primo de Rivera y el año 1936.

(El autor de la novela, Pedro Cantero)


martes, 16 de octubre de 2012

La tenora y la lira. Por Manuel Parra Celaya (diarioya.es)



A menudo, me preguntan amigos y familiares de otras regiones cuál es el «ambiente» que se vive en Cataluña; cuántos catalanes son en realidad separatistas y cuántos no; qué clima de presión o de opresión vivimos a diario dentro de las «fronteras» de nuestra Comunidad...

Me imagino que esperan respuestas exactas, casi de estadísticas de voto, y que imaginan que uno vive en una especie de «territorio comanche», con un policía lingüístico pegado a su sombra por si habla o no el catalán en privado (como José Mª Aznar).
Intento ser realista en mis respuestas, pero también ofrecer una imagen de cierta normalidad, toda la normalidad que puede darse, eso sí, en el seno de una sociedad minada por el particularismo, que decía Ortega, y en el que el Poder Central ha hecho tradicionalmente dejación de sus atribuciones por miras electorales.
Ese particularismo y no otro es el mal que aqueja a Cataluña, como igualmente aqueja, en mayor o menor medida, a otras regiones, grupos y sectores españoles, dentro de este invento o artefacto –«maquinaria» le llamaría Miguel de Cervantes– que se dio en denominar Estado de las Autonomías.
Empiezo afirmando que lo que existe es un problema español y, dentro de él, un «problema catalán», que puede adquirir tonos de más o menos virulencia. El problema español al que me refiero no es otro que aquel que fue definido por José Antonio Primo de Rivera con estas palabras:
Se dijera que pesa sobre nuestra Patria la maldición de no llegar a ser una realidad perfilada y establecida, sino un perpetuo proyecto de realidad, siempre en período de borrador inseguro. (FE. 26-4-34)