lunes, 23 de julio de 2018

¡Arriba España! (José María García de Tuñón *)

Esta semana he vuelto a leer el espléndido libro del falangista Rafael Sánchez Mazas La vida nueva de Pedrito de Andía, que cuenta varios meses, de junio a octubre de 1923, de la existencia de un adolescente de la alta burguesía vasca. El autor afronta con gracia y delicadeza el problema de la llegada a esa adolescencia en esta novela que ha sido considerada como uno de los grandes libros de la mitad del siglo pasado. Sánchez Mazas, cuando José Antonio Primo de Rivera funda Falange Española, se adhiere al movimiento, porque como dijo años más tarde: «José Antonio era mucho más que un político. Por eso él pudo, con su escasa hueste y sus cortos años de acción, lo que los políticos ya no podían y lo que en España nadie podía. Su idea de la Patria es la más alta y más pura que los españoles, y aún la gente de toda Europa, haya conocido». Para muchos, dentro de Falange, Sánchez-Mazas fue su cronista y su poeta.


(Fotograma extraído de la película “La nueva vida de Pedrito de Andia”, protagonizada por Joselito y filmada en 1960. Basada en la novela de Rafael Sánchez Mazas. Fuente: https://sestao.wordpress.com


De este autor ya había leído otras obras: Las aguas de Arbeloa y otras cuestiones, «una de las mejores prosas que se han hecho en lo que va de siglo», dijo de este texto el académico y poeta, José García Nieto; y cómo no, Rosa Kruger, novela que dejó inacabada y que escribió estando refugiado, durante nuestra Guerra Civil, en la Embajada de Chile. Un libro «asombroso de prosa y sabiduría», llegó a escribir Francisco Umbral, que narra las vicisitudes físicas y espirituales de un joven nativo del Valle de Arán que tiene que emigrar a Francia, huyendo de un pasado turbio que incluye algunos amores incestuosos no consumados. Un libro que en algunos produjo extrañeza, al leerlo de que un «miembro histórico de la Falange Española, se descolgara con gruesos elogios de los catalanes de los que dice que son “de lo mejor de España, de lo mejor de Europa”». Claro que quien así se expresó, al parecer un poco asombrado que esto lo pudiera decir un falangista, no sabía, porque la ignorancia es muy grande, lo que Jordi Pujol, presidente que fue de la Generalitat, declaró a un periodista en la revista Tiempo, en referencia al problema catalán: «Mire, sé que la cita es un riesgo, pero uno de los que lo entendió mejor, y en circunstancias muy difíciles, fue José Antonio Primo de Rivera». Ni tampoco lo que el poeta, escritor y periodista catalán Joan Perucho declaraba un día en el suplemento Blanco y Negro Cultural del diario ABC: «Me gustaría morir así, como estoy ahora. Sentado en este sillón, acariciando a mi gata y leyendo la página enmarcada de La Vanguardia con la Oración por los caídos de Sánchez Mazas», cuyo origen se remonta al funeral por Matías Montero, cuando el fundador de Falange le expone a Sánchez Mazas la necesidad de disponer de palabras más profundas para momentos como aquellos. También fue uno de los poetas que, junto con otros poetas y el propio José Antonio, compondría el himno falangista Cara al Sol. Lo que nunca sabremos es si se cumplió la última voluntad de Joan Perucho, es decir, leyendo la Oración por los caídos que comenzaba con estas palabras:

Señor, acoge con piedad en tu seno a los que mueren por España y conservamos siempre el santo orgullo de que solamente en nuestras filas se muere por España y de que solamente a nosotros honre el enemigo con sus mayores armas. Víctimas del odio, los nuestros no cayeron por odio, sino por amor, y el último secreto de sus corazones era la alegría con que fueron a dar sus vidas por la Patria…

Pero me estoy saliendo de la línea trazada, que dice una bonita canción asturiana, porque quería referirme también el grito de ¡Arriba España!, cuyas palabras siempre hemos atribuido a Sánchez Mazas. Sin embargo, corría el año 1899 cuando un asturiano, Aureliano San Román –una de las calles de Oviedo lleva su nombre–, escribió un artículo que tituló Arriba España, y que terminaba con estas palabras: «Y puesto que nuestra patria aún tiene recia fibra y voluntad indomable para resistir animosa, aunamos nuestros esfuerzos y alcémosla sobre el pavés para salvarla». El artículo, de fecha 31 de enero de ese año, fue publicado en el Boletín del Comercio de Oviedo. Así pues, ha sido el asturiano Aureliano San Román, secretario que era entonces de la Cámara de Comercio de Oviedo, el primero, hasta donde hemos podido saber, en utilizar las palabras ¡Arriba España!

(*) Publicado en el número 74 de Desde la Puerta del Sol

Enlace directo al fotograma: https://sestao.wordpress.com/2011/12/06/sestao-en-la-pelicula-la-nueva-vida-de-pedrito-de-andia/

El porqué de un Arriba (Manuel Parra Celaya *)

Distingue al falangismo –entre otras muchas cosas de más calado– el uso del Arriba España como lema, frente al sencillo Viva, más tradicional. Durante el Régimen anterior, según nos cuenta García Serrano, aquel grito podía poner de los nervios a otras familias, no partidarias del proyecto revolucionario joseantoniano, a pesar de que fueron legión quienes se disfrazaron con la camisa azul y acababan sus fervorines patrióticos con él.


(Manuel Parra Celaya)


No hay ni que decir que, en el Régimen actual, el Arriba España es una exclamación subversiva, como lo es, casi, el propio nombre de España, para el que se proponen sucedáneos: así, los separatistas y constitucionalistas prefieren hablar del Estado español y el PSOE de Sánchez ostenta en sus ruedas de prensa un melifluo cartel con el slogan Hagamos un país mejor…
Anécdotas aparte y aparcadas las reflexiones sobre el triste momento del presente, cabe la pregunta: ¿De dónde sacó la Falange o, mejor, José Antonio el Arriba como sello distintivo?


(José Antonio Primo de Rivera)


El gran historiador asturiano y excelente amigo José Mª García de Tuñón, en su artículo publicado en Desde la Puerta del Sol, el martes 10 de julio, lo atribuye a su paisano Aureliano San Román; este, el 31 de enero de 1899, publicó en el Boletín del Comercio de Oviedo, un texto titulado, precisamente, Arriba España, en el que invitaba a aunar esfuerzos para alzar a la patria sobre el pavés para salvarse.
Sin el menor ánimo de polémica –Dios me libre con un amigo y maestro en la historia–, apunto que, en ese mismo año, Ricardo Macías Picavea da a la imprenta, en Madrid, su libro El problema nacional. Hechos. Causas. Remedios, donde, tras una crítica del caciquismo y de la falsa democracia de aquella I Restauración, ensalza la figura de Joaquín Costa, en línea de una resurrección nacional; en las páginas 422-423 de esa obra, se pueden leer las siguientes palabras:

Hay que volver cuanto antes y a todo trance a nuestro ser y modo propios, y ya se verá cuán pronto torna a surgir la savia abundante, sana y fecunda, reverdeciéndose donde quiera y floreciendo el árbol nacional, hoy desmochado y aterido. Los frutos vendrán enseguida. No hay fórmula, por otra parte, más depuradora de todo arbitrismo o ideológico o inadecuado, siempre estéril, en esta materia: marchar constantemente en la nación y con la nación. En los senos inviolables y en los inaccesibles rincones, en montañas, comarcas apartadas y escondidos valles superviven aún esos restos indígenas de patria, y en el alma profunda de todo el pueblo, allí donde moran los estratos subsíquicos de lo espiritual inconsciente, laten, asimismo, cual enterrados gérmenes, que solo esperan una burbuja de oxígeno, una gota de humedad y un rayo de sol para desentumecerse, reiniciar la gestación y surgir de nuevo a la superficie y a la vida, gritando: ¡sursum corda! ¡Arriba España!.

Ricardo Macías Picavea (Santoña 1847-Valladolid 1899), profesor, doctor y catedrático, era discípulo de Julián Sanz del Río y de Nicolás Salmerón; fue uno de los promotores de la reforma de la Instrucción Pública, adelantó las líneas para una reforma agraria y sostuvo, frente al liberalismo individualista, un modelo orgánico de la sociedad, que reafirmara el papel de los cuerpos intermedios (familia, municipio, provincia, región y corporaciones).
En todo caso, fuera el asturiano o el santanderino el inventor del grito Arriba España, es indudable que su patente es regeneracionista. Ello prueba mi tesis de que la inspiración de este movimiento intelectual y pragmático español de finales del XIX señala la genealogía de la Falange (ver mi ensayo Los Institucionistas de la Falange, en el libro Historia de la Academia Nacional de Mandos e Instructores José Antonio. Madrid 2014); allí sostengo que, frente al encasillamiento mostrenco del falangismo en la órbita del fascismo, deben buscarse sus orígenes ideológicos e impulsos históricos en el ansia de transformación radical y modernización de España que apuntaron los regeneracionistas, tendentes a conseguir una democracia real y llevar a cabo una revolución desde arriba.
No es extraño que tanto Tierno Galván como Salvador de Brocá consideren a Joaquín Costa precursor del falangismo, fuera vía Ortega, fuera mediante lectura directa por parte de José Antonio del aragonés o de Macías Picavea.


(Ricardo Macías Picavea)


Sea como sea, lo importante ahora es buscar –acaso con un candil, al modo de Diógenes– a aquellos hombres que estén dispuestos a una regeneración en el siglo XXI y cuyo leit motiv sea, no solo que España viva de forma mediocre y enferma, sino que se le eleve de su postración.

(*) Artículo publicado en el número 75 de Desde la Puerta del Sol.

LEOPOLDO PANERO Y PABLO NERUDA (José María García de Tuñón)

Cuando José Antonio pronunció aquellas palabras que decían: «¡Ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete», no eran, precisamente, palabras vacías ni faltas de contenido porque no pasaría demasiado tiempo sin que un poeta, Leopoldo Panero, frente al Canto general que escribió el poeta chileno Pablo Neruda, uno de los pocos escritores que dicen que la historia de la literatura no sería la misma sin su obra, alzara el poeta español su Canto personal expresando así el sentir y el pensar de un grupo de poetas afines a una generación a la que ellos pertenecían.


(Leopoldo Panero)


Pero hay un momento en que Pablo Neruda, nacido en Parral, al sur de Chile, el 12 de julio de 1904, en su Canto general dedica un poema «a Miguel Hernández asesinado (sic) en los presidios de España». Es, este poema, que reproducimos solo una pequeña parte de él, , el que, muy probablemente hizo perder la calma al poeta español, Leopoldo Panero.

Que sepan los que te mataron que pagarán con sangre.
Que sepan los que te dieron tormento que me verán un día.
Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre
en sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos
de perra, silenciosos cómplices del verdugo,
que no será borrado tu martirio, y tu muerte
caerá sobre toda su luna de cobardes.

Leopoldo Panero lee la ofensa y el insulto de Pablo Neruda a sus amigos Dámaso Alonso y Gerardo Diego y desea salir en su defensa: «Tus insultos de perra son tu anillo / de Judas, agarrado a tu pescuezo». También porque, en palabras de Dionisio Ridruejo, todo el poema de Neruda es un insulto a España y que queda reflejado, a título de ejemplo, en estos versos: «España entró hasta el Sur del Mundo. Agobiados / exploraron la nieve los altos españoles. / El Bío Bío, grave río, / le dijo a España: ”Detente”...». Así pues, un Martes Santo 31 de marzo de 1953, marchó Panero a pasar la Semana Santa a su casa de Castrillo en la provincia de León. La idea de contestar a Neruda le dominaba y se sintió moralmente obligado a hacerlo. Además, tenía la completa seguridad que si el propio Miguel Hernández hubiera vivido habría sido él quien escribiera una carta análoga al poeta chileno de palabra española. En los ocho días que permaneció en su casa compuso la mayor parte del poema, con principio y con final: «podría decirse que era una versión reducida del texto publicado, pero sin que faltase nada esencial». A su regreso a la capital de España es en el bar de nombre exótico Ombú donde Leopoldo Panero sigue escribiendo el poema grande, fluyente y estremecedor que finalizaría a últimos de mayo, en el tiempo pues, en que las acacias han tardado en abrir completamente sus hojas esta primavera.
Sin embargo, para el poeta Carlos Bousoño en el Canto personal de Panero se halla lo peor de este poeta, aunque al mismo tiempo reconoce que tiene algunos fragmentos excelentes «que yo pondría sin vacilación en una exigentísima antología de su obra», termina diciendo el poeta asturiano. Pero cuando Panero escribió su Canto personal en contestación al Canto general de Pablo Neruda, separados en aquellos momentos por inmensos espacios, no estaba pensando solamente en escribir la poesía que él sabía escribir sino que quería salir al paso de la ofensa que el poeta chileno hacía a España y a sus amigos Dámaso Alonso y Gerardo Diego.
A la histeria antiespañola de Neruda, opone Panero una caritativa hidalguía, que no le impide alzar la voz cuando el caso lo requiere. De todas las maneras, Pablo Neruda entregó una carta, fechada en la capital de Francia el 27 de septiembre de 1957, a Ángela Figuera Aymerich, escritora española, considerada como una de las principales figuras de la denominada poesía de la Primera Generación de la Postguerra española. Era una carta abierta que comenzaba diciendo: «Queridos poetas españoles, aquí me tienen muy cerca de la tierra española y lleno de sufrimiento por no verla y tocarla…».
En otra entrevista, años más tarde, con Antonio Colinas, poeta, ensayista y novelista, Premio Nacional de Literatura en 1982, vuelve a hablar de su relación con España, mostrándose dolido de que algunos poetas españoles, como el propio Panero, Ridruejo y Rosales le hubieran acusado de antiespañol: «¿Qué puedo yo decir de España, de sus hombres, de sus tierras? España es una parte muy importante de mi vida: una parte extraordinariamente grave, profunda y decisiva en mi historia personal…».
Para el escritor cubano Gastón Baquero, Pablo Neruda fue un grandísimo poeta, pero Neruda ha muerto, como poeta, a manos del Neruda político. Según el mismo escritor, Neruda no hace otra cosa que seguir la consigna que le marca el comunismo que le tiene por uno de sus voceadores. Por otro lado, Baquero condena Canto general, libro que demuestra sin lugar a duda que Neruda se vació y quedó muerto después de su gran parto. Fue para el cubano un libro indignante no sólo por la enorme cantidad de tonterías que dice, sino por el desprecio a la inteligencia del lector que supone decirles en esa forma. «Pero hubo particularmente una voz, la de Leopoldo Panero, que ofreció a la América y a España un espectáculo maravilloso: el de producirse en gran poeta y en gran cristiano al responder a Neruda».
Así, pues, la voz de Panero, sincera, recia y vigorosa; que escribió una carta de hermano, que se duele con el hermano de la mentira brutal: opone caridad al odio, y opone verdad al amaño de la propaganda. Con su contestación Leopoldo Panero «se coloca definitivamente en el sitio que le corresponde en la poesía española». Y enfrente de la poesía que destruye.

(*) Artículo reproducido en el número 75 de "Desde la puerta del Sol"

sábado, 7 de julio de 2018

JOSÉ ANTONIO GIMÉNEZ ARNAU (José María García de Tuñón en Desde la Puerte del Sol)

El falangista que fundó la Agencia EFE

JOSÉ ANTONIO GIMÉNEZ ARNAU (José María García de Tuñón en Desde la Puerte del Sol)

Nació en Laredo, aunque muy pronto, por traslado de su padre, Enrique Giménez Grau, que era notario, se fue con toda la familia a la localidad de Valverde del Camino de la provincia de Huelva. Por esta razón, dice el propio Giménez Arnau, aprendió a hablar con acento andaluz. Y luego, en seguida, vino la hora de Zaragoza, la tierra de sus padres y de sus abuelos.



La vida le fue generosa. Estudió en la Universidad de Zaragoza y después en las de Colonia, Ginebra y Bolonia donde ganó el Premio Vittorio Emanuele III por su tesis doctoral sobre el tema Legitimidad del hijo nacido antes de los ciento ochenta días después del matrimonio. Antes, cuando estudiaba en la Universidad de Zaragoza, se solidarizó, junto con otros compañeros, con los alumnos de otras Universidades, que protestaban en contra del general Primo de Rivera que se había metido con los estudiantes. «En Zaragoza –dice– volcamos un tranvía y apedreamos a unos cuantos guardias municipales».
Profesionalmente fue Técnico Comercial del Estado y, por oposición, Diplomático. A ratos perdidos escribe mucho llegando a alcanzar el Premio Nacional de Literatura y el Premio Nacional de Teatro. Pero antes de que llegaran estos premios y obtuviera las oposiciones citadas, vio por primera vez a José Antonio Primo de Rivera. El ambiente de la estación otoñal de 1933, era irrespirable. El presidente de la República, Alcalá-Zamora disuelve las Cortes y José Antonio Primo de Rivera, el 29 de octubre de ese otoño, celebra un mitin en Teatro de la Comedia. Allá va, Giménez-Arnau, con un grupo de amigos, a escuchar a ese «señorito», hijo de Miguel Primo de Rivera. «Cuando termina de hablar nadie de entre los presentes –convencidos o no– vuelve a llamarle señorito». Sus palabras habían calado muy profundamente en ese grupo de españoles.
Pocos meses después conoce personalmente a José Antonio. Fue en el Hotel Cristina de Madrid. «Confieso –dice Giménez-Arnau– que la impresión del hombre visto a un metro de distancia mitifica la que me había producido su voz el pasado 29 de octubre de 1933». A los pocos días, Giménez-Arnau se va destinado a Ginebra como Delegado Permanente de España para aprender y participar en el juego de la diplomacia multilateral. Allí conoce a Salvador de Madariaga que preside la Misión Española en la Sociedad de Naciones, cuyo secretario era Felipe Ximénez de Sandoval, convencido falangista que le descubre el mundo del grupo que obedece a José Antonio Primo de Rivera.
Al retornar a España, frecuenta al grupo de falangistas de Zaragoza y no puede simular su admiración por José Antonio Primo de Rivera donde es escuchado con respeto por los capitostes de los camisas azules. Presidía Falange en Aragón el médico Jesús Muro. Disponían de un pequeño local donde se reunían grupos procedentes de otras formaciones políticas. Algunos de ellos de la CNT, «agrupación por la que, quizá por mi raíz hispánica, tengo no escondida simpatía», dice Giménez-Arnau, quien días después se afilia a Falange. Recibe el carnet firmado por Ramiro Ledesma Ramos.
Un día le llega la noticia de que en Zaragoza desearía que hablase José Antonio Primo de Rivera. Ayuda a organizar la propaganda. Se discuten los oradores y se ve obligado a ir en el primer puesto, es decir, el de telonero. El mitin tiene lugar en el Frontón Cinema el 26 de enero de 1936. Cuando está en el uso de la palabra Ruiz de Alda un grupo de gentes de la CEDA trata de reventar la reunión. José Antonio coge el micrófono y dice: «Basta, repito ¡basta! ¡Tendría gracia que nuestros mítines, que son respetados por gentes que tienen la pistola pronta, viniesen a ser interrumpidos por los autorcillos de unos carteles electorales! Si el hecho se repite, ordeno al camarada masculino o femenino más próximo al interruptor que lo expulse a patadas». Cuando tomó la palabra José Antonio Primo de Rivera, terminó diciendo: «Pues para eso, para hacer una España única, grande y libre; una España que nos asegure la Patria, el pan y la justicia; para eso estamos aquí otra vez, aragoneses; para deciros que el peligro ha aumentado, que España se hunde, que la civilización cristiana se nos pierde. No para hacer lo que hacen los que ya en 1933 nos dijeron lo mismo e hicieron salir las monjas de sus conventos a votar, y ahora pronuncian los mismos gritos para pedirnos también el voto. Si España fuese un conjunto de cosas melancólicas, faltas de justicia y de aliento histórico, pediría que me extendieran la carta de ciudadano abisinio; yo no tendría nada que ver con esta España».
Ya en plena guerra civil, en San Sebastián, funda el periódico Unidad, «uno de los nombres que se barajaron cuando José Antonio quiso hacer el diario en Madrid». El primer número se publica el 16 de septiembre, tres días después de que las fuerzas del Ejército español entraran en la capital de Guipúzcoa. De allí recuerda a Eugenio Montes, Agustín Aznar, Alcázar de Velasco, Palma de Plata de Falange, Manuel Fernández-Cuesta, que más tarde fundará con enorme éxito, que aún sigue, el periódico Marca.
Un día, por la radio, se entera de que han fusilado a José Antonio: «Salgo a la calle y ando mucho, ando largamente. Presumo que habrá gentes que negarán el hecho, como efectivamente va a ocurrir. El chirimiri se mezcla con mis lágrimas. No pienso que tengo dos hermanos a los que pudiera caberles el mismo destino. Y al llegar a casa rebusco una copia de un documento redactado en la cárcel por José Antonio Primo de Rivera que explica, con todo laconismo una lección de hombría: ¡Arriba España! ¡Arriba España! ¡Arriba España! Solamente eso».
Fue Francisco Bravo –el que dos años antes había presentado a José Antonio al poeta, antes que nada, Miguel de Unamuno–, quien le informa del Decreto de Unificación, en el que aparentemente se ofrecía la Secretaría General de la nueva formación, a Manuel Hedilla, y la negativa de éste a aceptarla. Consecuentemente, todo el «hellidismo» fue detenido. Va entonces en busca de Dionisio Ridruejo, de quien era muy amigo, y le pregunta: «Dionisio, ¿qué demonio está pasando?». «Pues no preguntas tú nada. ¡Eso quisiéramos saber todos!». Y lo cierto es que nunca se supo. José Antonio Giménez-Arnau, falleció en Madrid el 27 de enero de 1985, siendo incinerado y enterrado en el Cementerio de La Almudena. Posteriormente sus cenizas fueron trasladadas a Zaragoza.

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