jueves, 19 de noviembre de 2015

EJERCICIO ANTE UN 20 DE NOVIEMBRE (Manuel Parra Celaya *)

                Hace setenta y nueve años, en el patio de la prisión de Alicante, fue fusilado José Antonio Primo de Rivera, joven de treinta y tres años. ¡Cuántas cosas han pasado en España y en el mundo desde entonces! No obstante, su nombre sigue mencionándose –para bien o para mal- por parte de muchos españoles y, también, por otros más allá de lo que eran (y ya no lo son) nuestras fronteras.



                Pero el tiempo no transcurre en vano. Casi todos hemos asumido –de la mano de ese joseantoniano, anciano de cuerpo y adolescente de alma, que es Enrique de Aguinaga- que José Antonio, más que ideólogo, ha devenido en arquetipo humano por excelencia: la manera de ser, él mismo lo apuntó, define mejor al ser humano que la manera de pensar.
                Esto nos sirve en el ámbito de lo personal, si hemos asumido ese estilo que, en palabras de Spengler que él hace suyas, es la forma interna de una vida que, consciente o inconsciente, se realiza en cada hecho y en cada palabra. Pero, si pretendemos movernos en el ámbito de lo colectivo y, por qué no, de lo político, muchas veces no dejamos de sospechar y de reprocharnos cierta vocación de ucronía (esto es, algo fuera del tiempo) o de utopía (es decir, lo que nunca podrá ser en ningún lugar). Mas conviene afirmar que José Antonio no fue ni ucrónico ni utópico: lo primero, porque supo crear, con voluntad de adivinación, la concreción, en la hora exacta, de una manera de ser española con un lenguaje nuevo; lo segundo, porque, en el contexto europeo en que se movía, sí hubiera sido posible su proyecto revolucionario.



                No, José Antonio no cayó ni en la ucronía ni en la utopía, y la razón estriba en que buscaba, ante todo, una eutopía, que quiere decir un buen lugar para que todos los españoles, dotados, según él, de ricas cualidades entrañables, pudieran vivir con Patria, pan y justicia.
                Si nos limitáramos a repetir fórmulas joseantonianas como si, por sortilegio, tuvieran la capacidad de sobrepasar el curso del tiempo; si, empujados por la musa de la pereza o de un fetichismo histórico, nos limitáramos a desafiar a Cronos, flaco favor estaríamos haciendo, no ya a José Antonio –dichoso en el Paraíso- sino a la tarea que se impuso y por la que murió de convertir España en ese buen lugar con vida digna para todos sus habitantes. Y esta tarea, a poco que lo razonemos, no deja de ser revolucionaria en modo alguno.





                Habrá que distinguir, al modo orteguiano, entre creencias e ideas; aquellas nos vienen dadas y conforman nuestra interpretación básica del mundo; estas las pensamos y rellenan las dudas que van dejando las creencias. Nuestro mundo de creencias, en lo metapolítico, lo compone en buena medida lo esencial de José Antonio; las ideas, en lo político, corresponden a nuestra responsabilidad, en el marco de nuestra elaboración actual, enmarcada en una circunstancia que, ni de lejos, fue la suya.
                El objetivo para los joseantonianos es, por lo tanto, la búsqueda de la eutopía, no la esterilidad de la ucronía ni el sueño plácido de la utopía. Y debemos buscarla, y debatirla, junto con otros muchos españoles que, acaso por su edad, quizás por prejuicios y muchas veces por culpa nuestra desconocen a José Antonio.
                Si así lo hiciéramos, sería un buen homenaje a su memoria en este 20 de noviembre de 2015, a los setenta y nueve años de su muerte en plena juventud.

(*) Publicado originalmente en La Gaceta de la Fundación José Antonio del 20 de Noviembre de 2015

jueves, 8 de octubre de 2015

Nosotros, los azules (por José Manuel Sánchez del Águila)

Muchos podrán afirmar, aproximándose a cierta verdad, que se trata de un poso de poetas, románticos o incluso locos, que se atreven a desafiar al mismísimo siglo veintiuno. Pero, por ahora, sólo los más sagaces entienden de qué va esto, este vestigio –que para ser minoría es muy numeroso, y que para ser multitud es aún pequeño–, pues eso, este rastro de un sueño que no se acaba de borrar para muchos –por miles, que algo ya es– mujeres y hombres que siguen creyendo en su Patria a rabiar, como unos adolescentes enamorados del más bello de los amores. 



Siguen un mensaje que se lanzó hace ya muchos años por un hombre prodigioso, y los que se aproximaron a él, y por unos jóvenes entusiastas y dispuestos a dar la esencia por la existencia: la existencia era la misma vida, que entregaron como sacrificio, y la esencia era una España que amaban porque no les gustaba. Dentro de casi quince años hará cien de aquel increíble episodio de la historia, cuando la misma historia se tiñó de azul. Pero a esos jóvenes necesitados de nuevos campamentos se les inoculó desde la misma adolescencia una idea nueva y lejos, muy lejos «de los sombrajos de la derecha y de la izquierda». 
Fue cuando llegaron, llegamos, ellos/nosotros, los falangistas. Dispuestos a la intemperie, al ruido, a la persecución y a la muerte –esas vidas que tantos y tantos entregaron en tiempo de persecución y odio–. Me siento muy orgulloso de ellos, ninguna ley desmemoriada me quitará ese orgullo, porque eran como yo, como nosotros, ese puñado de españoles que sigue soñando y protestando, esos soñadores de antaño que tanto han dejado en nuestra memoria. 



Una vez, hace años, cuando definirse como falangista era aún más peligroso que ahora por las connotaciones sociales y profesionales que tal calificativo pudiera producir, pues una vez, iba diciendo, un reconocido derechista sevillano me propuso, por supuesto que de buena fe, dejar mi sueño, mis muertos, y mi mismísima memoria, para ingresar en uno de esos partidos de derechas de la transición que ahora son poder. La clave, según él, era que la Patria, nuestra maravillosa España una, la defendería igual allí o aquí, aquí en mis sueños. En ese tiempo olvidaba que nuestro sueño, el de los falangistas, iba mucho más lejos que la Patria, con ser tan importante. Que nuestro sueño era, como dijera José Antonio, el de la Patria el pan y la justicia para todos, pero «preferiblemente para aquellos que no creen en la Patria porque carecen del pan y de la justicia». No lo entendía, claro, pues era de derechas. Me parezco al Principito contando estas cosas, pero todo es verdad. El pobre hombre, en su buena fe, pensaba, sin haber leído un ápice de la obra de José Antonio, que nosotros, los azules residuales de aquella leva monstruosa del franquismo, estábamos llamados a ser esa tropa que volvería a desfilar ante «los fantasmones de la derecha encaramados en el poder». 



En vano le dije en ese entonces que sólo había Patria sin justicia. En vano le dije que después de tantos años seguíamos soñando con una revolución que llevara a los españoles a la justicia social. Quizá no era la revolución que pregonaban entonces aquellos lejanos camaradas. Pero para nosotros, los azules, seguía siendo necesaria una revolución, una redistribución social, sacando como fuera de la marginalidad y de la miseria –material y moral– a tantos compatriotas. Sin esa premisa, era inútil reivindicar la Patria. Es más, era hasta agresivo para los españoles en la miseria y hasta para la mismísima Patria. Por eso, y por muchas cosas más, le dije a aquel amigo que me hablaba desde la buena fe que no tenía sitio entre ellos y me refugié definitivamente en mi bufete, mis lecturas y mis recuerdos. Y ahí sigo. 



Y me alegro; me alegro mucho, porque desde mi independencia, puedo seguir exigiendo justicia social, y grandes cambios que ningún gobierno propone, pero que en la que nosotros, los azules, seguimos insistiendo. Desde esta distancia puedo seguir acogiendo a muchos jóvenes que se nos acercan, y dejarles mi lamento y decirles que en esta trinchera nada es fácil, pero todo es bello. Que es cierto que seguimos con un sueño maravilloso pero difícil. Pero no se arredran porque saben que nuestro sueño será loco pero no ha caducado. Porque desgraciadamente seguimos viviendo la misma España miserable poblada de bellacos, como en aquel entonces. En ese tiempo se llamaban terratenientes y banca. Ahora se llaman banqueros, políticos corrompidos y yernos de cualquier pelaje. Ahora tanta España corrompida 
Por eso estamos juntos mucha gente: los de ayer y su memoria, y su ejemplo y su sueño que tantos años después sigue estando entre nosotros; los de hoy, que no somos pocos –aunque seamos pocos miles en una elecciones celebradas a la medida de los grandes, «pro domo sua»–. Y los de mañana, esa tropa de azules que no desaparecerá. Y seguirá entre nosotros: nosotros, los azules.

(Publicado en la Gaceta de la Fundación José Antonio Primo de Rivera – nº 53 – 7 de Octubre de 2015)


martes, 30 de junio de 2015

El abrazo (Enrique de Aguinaga) (*)



(Enrique de Aguinaga. Catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid)


(José Antonio fotografiado en la cárcel)

A las diez y media de la mañana del 16 de noviembre de 1936, en la sala de audiencia de la Prisión Provincial de Alicante, comienza la vista de la causa contra José Antonio Primo de Rivera, su hermano Miguel y la esposa de este, Margarita Larios, así como contra Teodorico Serna, ex director de la Prisión (asesinado en Madrid 1) y otros cinco funcionarios de Prisiones.
Preside el magistrado Eduardo Iglesias del Portal con los vocales Enrique Griñán Guillén y Rafael Antón Carratalá. Actúa como fiscal Vidal Gil Tirado. Y es instructor del sumario Federico Enjuto Ferrán , designado por el Tribunal Supremo con fecha 3 de octubre. El Tribunal Popular (decreto de 23 de agosto) está compuesto por los tres magistrados citados y un jurado de catorce miembros designados por los partidos del Frente Popular y los sindicatos afectos 
2 .



José Antonio
se constituye en defensor de si mismo, de su hermano y de su cuñada. José Antonio, con Miguel, llega a las nueve y media, adelgazado "pelado al rape, sin afeitar, calzando alpargatas, con un gabán gris, largo y viejo, sobre el mono azul con cremallera" 
3. La sala y los pasillos están abarrotados de "milicianos, abogados y soldados", que se impacientan por el retraso del comienzo de la sesión, por la demora de uno de los magistrados 4
Antes de la vista, el día 10, José Antonio había sido interrogado por el fiscal Gil Tirado, en presencia del juez Enjuto. Como consecuencia del interrogatorio, el 14 por la noche, juez instructor y fiscal leen a los acusados el auto de procesamiento. A esta lectura se refiere José Antonio, en su informe de la defensa, cuando agradece al Tribunal haber dispuesto de dos horas y media para "instruirme en ese montón de papeles, preparar mi defensa y someterla a vuestra conciencia"
La vista se desarrolla en dos jornadas, con cuatro sesiones. En la primera sesión (mañana del día 16) se procede a la lectura de las conclusiones del Ministerio Fiscal, fechadas a día 14; a la admisión de pruebas y al interrogatorio de los procesados (José Antonio, Miguel y Margarita) por parte del fiscal y de los jurados. El interrogatorio de José Antonio dura dos horas y media.
La segunda sesión se inicia a las cuatro de la tarde para seguir con el interrogatorio de los procesados (Abundio Gil, Samuel Andani, Joaquín Samper, Manuel Molins, Francisco Perea, funcionarios de Prisiones) y la prueba testifical (José Goicoechea y Adolfo Crespo).
La tercera sesión se inicia a las nueve y media del día 17 con el interrogatorio de los restantes testigos (Antonio Vázquez, Enrique Alijo, Eduardo Busquier, José Pujalte, Manuel Palla y Jose Gonzalez Prieto) y concluye con la renuncia a la prueba documental.
En la cuarta y ultima sesión, iniciada a las cuatro de la tarde, con la lectura de las conclusiones definitivas del Ministerio Fiscal (en las que retira la acusación contra los procesados Gil, Andani, Samper, Molins y Perea) y con las conclusiones definitivas de la defensa, se dicta el auto de libertad de los funcionarios. Se llega así a la fase culminante de la vista: los informes del Fiscal y la Defensa. El informe de José Antonio (hora y media) termina a las ocho menos cuarto de la noche y los magistrados se retiran a redactar las preguntas que se someterán al jurado. Casi tres horas dura la deliberación, sin que nadie abandone la sala.
A las diez y media de la noche, el Presidente del Tribunal da lectura a las veintiséis preguntas redactadas e, inmediatamente, el Jurado se retira en una deliberación que dura cuatro horas, tras las cuales entrega a los magistrados su veredicto condenatorio. Tras su lectura, los magistrados se retiran para redactar la sentencia, operación en la que consumen media hora (en principio, con la oposición de Rafael Antón
5 . La sentencia, fechada el 18 de noviembre, concluye con la condena de José Antonio a la pena de muerte, como autor de un delito de rebelión militar. Miguel es condenado a reclusión perpetua y Margarita, a seis años y un día de prisión mayor.
Como ultimo recurso para salvar su vida, invocando el Código de Justicia Militar, José Antonio solicita la revisión de la causa; pero el Jurado, por mayoría de bolas negras, rechaza la petición. Todo es inútil como inútil fue la posterior apelación telegráfica al presidente del Gobierno, Largo Caballero. Son las tres de la madrugada, tras cuarenta y ocho horas de angustia.
Todo concuerda con la idea de que "José Antonio ignora que la orden de la condena a muerte ha sido enviada directamente de Moscú, por medio del embajador soviético Rosenberg, al socialista Largo Caballero" 
6. Ya, en octubre, el periodista Jay Allen terminaba así su entrevista con José Antonio: "Me es absolutamente imposible imaginar cualquier circunstancia que pueda salvar a ese joven".

A este escueto apunte cronológico de las dos agotadoras jornadas hay que añadir la terrible tensión que en todo momento gravita sobre José Antonio , interrogado como acusado, y que, como defensor, no solo debe mantener el debate jurídico y el acoso político, sino, también, participar en los interrogatorios.

En tal prueba, no eran ociosas las advertencias del Fiscal cuando para contrarrestar su efecto, en su informe, previo al de José Antonio, alerta al jurado sobre "las dotes de oratoria, arte e ingenio del acusado", sobre "su extensísimo conocimiento del Derecho" y sobre "sus dotes parlamentarias, a la altura de los mejores parlamentarios españoles". 
La crónica de "El Día", que todavía hoy se lee con tanta sorpresa como emoción, es un documento insólito, atribuible al poder de convicción de José Antonio, de quien dice literalmente: "Su informe es rectilíneo y claro. Gesto, voz y palabra se funden en una obra maestra de oratoria forense que el publico escucha con recogimiento, atención y evidentes muestreas de interés". La crónica, que no aparece firmada, es del director de "El Día", Emilio Costa, tan adicto al Frente Popular como el propio periódico (no cabía otra posibilidad). Costa, retirado del periodismo, se desterró a Orán, en 1939, donde falleció a poco de llegar.
En el breve dialogo con los periodistas y en las observaciones que hace a sus guardianes (sería muy aleccionadora la recomposición completa de los pormenores dispersos de aquellas cuarenta y ocho horas históricas), luce la profunda compostura espiritual de José Antonio, irremediablemente condenado, en medio de un principio de comprensión, tan perpleja como absorta. En este punto, surge la pregunta: ¿cómo los catorce hombres del jurado, abiertamente adversos, necesitan cuatro horas para acordar la condena? 

T
odos los indicios apuntan que el Jurado no había sido insensible a la persuasión de de José Antonio, avisada por el fiscal. Ximénez de Sandoval, que escribe a los tres años del suceso 
7 , recoge la información de que las tensas deliberaciones del Jurado condujeron a un empate en la votación, que imposibilitaba la condena a muerte. Escribe Ximenez de Sandoval: "Las largas vacilaciones fueron cortadas por un socialista apellidado Domench -dependiente de la ferretería Panades y Chorro, de la capital levantina- que impuso pistola en mano la condena, en medio de un escándalo inenarrable".

Años más tarde, para su proyecto de película sobre José Antonio, José Luis Sáenz de Heredia investiga en Alicante, mantiene muchas entrevistas y, respecto al jurado, escribe: 
"El jurado, a las diez y media de la noche, ha recibido un cuestionario de veintiséis preguntas a las que solo tiene que contestar con un si o con un no. El jurado está compuesto por miembros de los partidos y sindicatos más calificados del Frente Popular, lógicamente predispuestos. Parece también lógico, contando con la predisposición hostil, que la contestación a las veintiséis preguntas sea un puro tramite. Sin embargo, no es así. Los predispuestos acaban de oír a un hombre que no es el que odian. Ellos (algunos de ellos) creían que el juicio iba a ser contra otro hombre, al que estaban seguros de conocer bien. No hay fundamento real para odiar al hombre que acaba de hablar. No es un señorito ocioso y vago ni un chulo ni un pistolero ni un fascista. Y, para todos, aunque no llegue, claro está, a enunciarse, hay en el un algo indefinible de grandeza humana que rebasa las fronteras de la lógica, trasciende la pureza y llega, no se sabe por donde, al corazón. Así, lo que iba ser mero tramite, se trasforma, a puerta cerrada, en discusión que llega a ser violenta. Tan violenta que hacen aparición las pistolas. Al fin, los objetantes ceden y las veintiséis preguntas quedan contestadas en la forma prevista. La deliberación, que todos suponían formularia, ha durado desde las diez y media de la noche hasta las dos y media de la madrugada. Cuatro horas. Cuatro agotadoras horas que el Tribunal, el acusado y el publico han soportado, cada cual con su tensión, sin ausentarse de la sala". 
Un comunista, Marcelino Garrofé, miembro del jurado, confirma la presunción:

"Entre los del jurado circuló en seguida esta frase: "¡No podemos seguir así. Estamos haciendo el ridículo! La sala, el jurado, el fiscal, todos actuamos apabullados". Antón y Millá, después de escucharme, se limitó a decir: "Es una orden del partido y, sea como sea, hay que cumplirla y cuanto antes" Los miembros del Comité Provincial de Alicante me enseñaron la comunicación del buró comunista, en la cual se trasladaba la orden del Presidium de "eliminar la cabeza visible del Alzamiento".
Tras la tremenda conmoción de sentirse condenado a muerte, al principio de la vida, José Antonio se rehace y, sonriente, anima sus hermanos: "Estáis salvados". Es entonces cuando José Antonio tiene un gesto tan sublime que, a falta de una explicación inmediata, queda inadvertido. Comunicada la sentencia, José Antonio sube al estrado y abraza al Presidente, el magistrado Iglesias del Portal.
Este abrazo no consta en la crónica de Costa ni en las biografías de Ximenez de Sandoval, Payne, Gibello, Gibson, Gómez Molina o Gil Pecharromán ni en los libros dedicados al proceso por Bravo, Mancisidor, del Río y Pavón. El primer indicio es el testimonio directo de Margarita Larios que, a los seis años, recuerda como recibió José Antonio la sentencia: "Se dirigió al presidente del Tribunal y estuvo hablando unos minutos, aparte, con él" 
8.
El abrazo habría quedado oculto para siempre en la intimidad del sumario, si no hubiera sobrevenido el testimonio irrecusable de las hijas de Iglesias Portal que, con fecha 30 de enero de 1955, desde México, escriben a Miguel Primo de Rivera, entonces Embajador de España en Londres. La carta, al pie de la letra, empieza así:

"Muy distinguido señor:
Aunque personalmente no tenemos el gusto de conocerle, nos atrevemos a dirigir esta para que atienda a nuestra suplica.
Nosotras somos hijas del magistrado del Supremo que, como Vuestra Excelencia bien sabe, por desgraciadas circunstancias, estuvo presente y formo parte del Tribunal en el que fue juzgado vuestro hermano José Antonio, q.e.p.d.
Si su excelencia estuvo presente en el juicio, recordará que al terminarse y comunicarle la sentencia, su hermano subió al estrado y abrazó a nuestro padre y le dijo que sentía el mal rato que por su causa estaba pasando, pues no sé si sabrá que mi padre y él eran buenos amigos"...

La carta continúa con la petición de la hijas para que Miguel interceda a favor de la repatriación de su padre. En su contestación, Miguel da fe del abrazo y noblemente, haciendo honor al gesto de José Antonio, asume a las gestiones que consiguieron el regreso del magistrado. Así, Iglesias del Portal acabó su vida en paz, en 1969, en Aguilar de la Frontera (Córdoba) 


Tras una leve noticia de 1968 
9, por primera vez, aquel histórico abrazo se hace publico en Televisión Española, en 1981, en el programa "La Clave", en el que José Luis Sáenz de Heredia leyó la carta de las hijas de Iglesias. Pero actúa la censura invisible y la noticia no obtiene el menor eco.
"Se comprende -escribe Sáenz de Heredia - que quien es capaz de pensar, en ese trance, en el mal rato que esta pasando uno de los que le condenaban; que le comprende, le perdona y le abraza, tiene que estar nimbado por un halo sobrenatural y trascendente, visible y penetrante hasta para aquellos que entraron predispuestos y salieron confusos".
El abrazo de José Antonio, como consuelo de la amargura de quien le acaba de condenar a muerte, cuando no caben fingimientos, excede cualquier ponderación vulgar y demuestra la grandeza de alma, presente en su testamento: 

"Ayer por ultima vez expliqué al Tribunal que me juzgaba lo que es la Falange. Como en tantas ocasiones, repasé, aduje los viejos textos de nuestra doctrina familiar. Una vez más, observé que muchísimas caras, al principio hostiles, se iluminaban, primero con el asombro y luego con la simpatía. En sus rasgos me parecía leerse esta frase: "Si hubiésemos sabido que era esto, no estaríamos aquí". Y, ciertamente, no hubiéramos estado allí ni yo ante un Tribunal popular ni otros matándose por los campos de España. No era ya, sin embargo, la hora de evitar esto y yo me limité a retribuir la lealtad y la valentía de mis entrañables camaradas, ganando para ellos la atención respetuosa de sus enemigos".
Frente a la falacia de quienes, a diario, flamean la reconciliación nacional y se obsesionan sañudamente en la condena de lo reconciliable, el abrazo de José Antonio es el primer monumento de la reconciliación de España. Antes, en el mes de agosto, se había ofrecido como mediador para terminar con la guerra 
10. En su informe, en el juicio de Alicante, explicó como de lo nacional y de lo sindicalista "hacemos una síntesis capaz de superar las ideologías en conflicto" 11. E, inmediatamente después, cierra su testamento con la admirable invocación: "¡Ojalá fuera la mía la ultima sangre española que se vertiera en discordias civiles!". 
El Gobierno republicano -escribe Bartolomé Mostaza- al montar el proceso ilegal contra la nobilísima persona de José Antonio Primo de Rivera, se sentenció y condenó a si mismo, degradándose a verdugo de la "tercera España", la de la síntesis y la conciliación.
12
El deslumbrante, escalofriante, abrazo de José Antonio en aquel trance supremo, no es solo un relámpago. Es la iluminación de la trayectoria de su pensamiento en la búsqueda permanente e infatigable de la síntesis.
En esa búsqueda, que subyace, como el mismo José Antonio, sean todas las condenas y resistencias el estimulo de nuestra propia reconciliación. Las prohibiciones, proscripciones, marginaciones, tergiversaciones, silencios, censuras y desdenes que han sofocado o han intentado sofocar el centenario de José Antonio ("¡Qué alma más limpia!", según Gustave Thibon) son el miedo al deslumbramiento ("¡Deslumbrante! ¡Deslumbrante!" repetía Rosa Chacel).

1 CESAR VIDAL, "Checas de Madrid", Belacqva/Carroggio, Madrid, 2003, p. 355.

2
 No consta la composición del Jurado; pero en los interrogatorios se mencionan los nombres de Ortega, Antonio Moreno Peláez, Doménech, Llobregat y Gómez.

3
 AGUSTÍN DEL RÍO y ENRIQUE PAVÓN, "Procesos de José Antonio", Ediciones del Movimiento, Madrid, 1963, 389.

4
 "EL DIA" (DIARIO), Alicante, 17 de noviembre de 1936.
5 AGUSTÍN DEL RÍO Y ENRIQUE PAVÓN, o.c., p. 390.
6 Giorgio Almirante.
7 "José Antonio (Biografía apasionada)" está fechada en Bruselas octubre de 1939; Madrid, diciembre de 1940.
8 "INFORMACIÓN" (DIARIO), Alicante, 20 de noviembre de 1942. AGUSTÍN DEL RÍO Y ENRIQUE PAVÓN, "Los procesos de José Antonio", Ediciones del Movimiento, Madrid, 1963, p. 251.
10 DIEGO MARTÍNEZ BARRIO, "Episodio en Alicante sobre José Antonio Primo de Rivera", conferencia pronunciada en el Centro Español de México, 23 de abril de 1941.
11 AGUSTÍN DEL RÍO Y ENRIQUE PAVÓN, "Los procesos de José Antonio", Ediciones del Movimiento, Madrid, 1963, p. 144.
12 BARTOLOMÉ MOSTAZA, "¿Decadencia o derrota de España?, en "YA" (diario), Madrid, 26 de mayo de 1971.
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Ver también:

(*) Texto tomado de plataforma2003.org

miércoles, 4 de febrero de 2015

Rosas y recuerdo para Matías Montero

Domingo 8 de febrero 2015:   Homenaje a Matías Montero

El 9 de febrero de 1934 cayó en Madrid asesinado a traición Matías Montero, estudiante de Medicina y dirigente del S.E.U. falangista. Fue nuestro primer caído. Su muerte causó una honda impresión en José Antonio, quien le dedicó siempre un emocionado recuerdo. 



El próximo 8 de febrero de 2015, (domingo) acudiremos a su tumba, en la Sacramental de Santa María,  c/. Comuneros de Castilla 13, en Madrid, para rezar por el y por España, a quien amó hasta sacrificar su vida. 
La Fundación José Antonio y Plataforma 2003, convocan a todos los joseantonianos al acto en homenaje a Matías Montero en su tumba, a las 12 horas, el próximo domingo 8 de febrero para ofrecerle nuestra oración y cinco rosas.

Nota: La Sacramental Santa María está en el Barrio San Isidro / Carabanchel.
Autobuses: 25, 34, 35, 50, 118, 119  

jueves, 29 de enero de 2015

Acuerdo de colaboración entre la Fundación José Antonio Primo de Rivera y la Plataforma 2003


[Enero, 2015] Los presidentes de ambas instituciones, José María García de Tuñón y Luis Buceta, respectivamente, han firmado un Memorandum de Entendimiento que supone una inequívoca voluntad de colaboración entre ambas entidades.
Este documento se espera que sea la antesala de iniciativas fecundas de cooperación que se irán concretando en los próximos meses.

Un ejemplo de esa voluntad de trabajo conjunto, es la escuela de verano que hasta la fecha venía realizando anualmente la Plataforma 2003, y desde ahora se realizará de manera conjunta con la Fundación.


(García de Tuñón -izquierda- y Buceta -derecha- firmando el acuerdo)

miércoles, 29 de octubre de 2014

HOY, 29 DE OCTUBRE (MANUEL PARRA CELAYA)


De repente, he caído en la cuenta: hoy es 29 de octubre. Hace años que siento una especie de rechazo interior por evocar efemérides, pero dicen que la excepción confirma la regla… Por supuesto que la fecha no es nada significativa para casi la totalidad de eso que llaman la ciudadanía, pero como pertenezco a la inmensa minoría que tiene capacidad de recordar su pasado sin sonrojo y, especialmente, creo en el futuro, no me importa publicar que hace la friolera de ochenta y un años, en el Teatro de la Comedia de la madrileña calle del Príncipe, hablaron tres oradores en lo que se consideró el acto fundacional de Falange Española.
No es del todo exacto que se tratara de ese acto fundacional de un movimiento con ese nombre, entre otras cosas porque no quedaba claro cómo se iba a llamar, pero ese día, según el último de los oradores se alzaba una bandera. Se trataba de un joven de treinta años, José Antonio Primo de Rivera, y le habían precedido en el uso de la palabra el aviador militar, héroe del Plus Ultra, Julio Ruiz de Alda y un intelectual cercano a Ortega y colaborador de su Agrupación de Intelectuales al servicio de la República, Alfonso García Valdecasas. Precisamente, en ese mismo marco, diecinueve años atrás, don José había disertado sobre Vieja y Nueva Política.



Muchos recordamos aquella monótona repetición de actos conmemorativos durante el régimen anterior; algunos, cuando aún no habíamos llegado a la mayoría de edad, nos encargábamos de alborotarlos con un Falange sí, Movimiento no, que era la preocupación de los poncios, teóricos jefes provinciales de aquel Movimiento, ante el crecimiento de la contestación azul al percibir que poco tenía de falangista aquella situación y aquella sociedad.
En todo caso, esta evocación particular puede quedar limitada al terreno de la pura nostalgia legítima… Ochenta y un años son muchos años. Claro que si repasamos el contenido esencial de aquel acto, que se tituló de afirmación española, podemos llegar a la conclusión de que no está del todo desfasado; de todas formas, el propio José Antonio diría de aquella presentación que tenía el candor y la ingenuidad de la infancia. Eso quiere decir que él maduró, y mucho, en una labor intelectual y política, no solo por lógica evolución, sino por una progresiva integración de nuevos elementos doctrinales, sacados de muchas fuentes de modo incansable.



Hay muchos textos joseantonianos posteriores de más enjundia, si se quiere, que aquel del acto del 29 de octubre. Mi mirada quiere ser para el presente y para el mañana que, como dijo el poeta, no está escrito. No nos pueden bastar las palabras de 1933, ni las de 1934 o 35 o 36… No siquiera las del 2000, pronunciadas acaso por alguien seguidor de aquel joven. La historia camina siempre hacia adelante y han ocurrido tantísimas cosas en el mundo que, cada mañana, al despertarnos y ver el primer rayo de sol por la ventana, nos parece que estamos inaugurando una situación nueva; algunas veces nos acomete el pesimismo, pero otras descubrimos que la aventura humana sigue siendo apasionante. Incluso, nuestra particular aventura azul, en algunos casos tan olvidada.
De esta evocación me quedo con tres cosas solamente: lo de afirmación española, lo que constituye la base humanística y cristiana del mensaje, lo de la búsqueda de caminos de justicia social más profunda y, especialmente, la actitud, a la que me gusta seguir denominando con la palabra estilo. Sobre ello hay que construir nada menos que todo lo demás. Construir un nuevo falangismo -¿neofalangismo?- acorde con nuestro momento. Se trata de intuir qué hubiera dicho José Antonio Primo de Rivera en el 29 de octubre de 2014, en cualquier sala de conferencias de España o de Europa.



Quede bien entendido que nuestra inmensa minoría comprende muchas tendencias, o sensibilidades, como se dice ahora; unas nos pueden gustar más que otras. También, fuera de nuestro pequeño universo, hay españoles que acaso hubieran asistido, a título de curiosidad, a un acto de afirmación española similar en nuestros días, y están ahí; sobre todo, hay muchos jóvenes que no saben de efemérides ni de nombres históricos, pero sí pueden presentir que no están conformes con lo se respira a su alrededor y confían en alguna voz, en algún lugar, en algún momento…
Quede bien entendido, asimismo, que no se puede desandar un camino, pero hay que tener los ojos del alma fijos en un horizonte.



viernes, 13 de junio de 2014

¿Conciencia republicana? Manuel Parra Celaya en diarioya.es



(Manuel Parra es Dr en Pedagogía y profesor)


A los pocos minutos del anuncio televisivo de la abdicación del Rey, ya estaban corriendo por las redes sociales declaraciones de ferviente republicanismo, precursoras y convocantes de las concentraciones, al atardecer, reivindicando, las más moderadas, un referéndum sobre la forma que había de adoptar la jefatura del Estado y, la mayoría, proponiendo una nueva República.¿Una nueva República? En modo alguno. Las banderas tricolores, con la franja morada inferior (producto de una confusión por la decoloración histórica de la bandera castellana “comunera”) decían bien a las claras que se trataba de una “operación retorno”, de “reinventar” la II República española.
La palabra “república” encierra varios significados. El primero y principal -que es el que asumo sin titubeos- viene dado por la etimología latina de “res pública”, como sinónimo de las formas más egregias de civismo; es el “republicanismo” como ideología social, que se está difundiendo por las naciones occidentales abiertas al pensamiento; equivale a sentirse miembro activo de una comunidad nacional y participar en su estructura orgánica a todos los niveles; se oponen a este republicanismo la picaresca, la demagogia, la no aceptación del “otro”, la sustitución del diálogo fructífero y comprensivo por el anatema del adversario. Según esta teoría, pueden existir “monarquías republicanas” y repúblicas que no lo son en absoluto, al modo bananero, que me temo es lo que reivindicaban la mayoría de los enarboladores de la bandera tricolor de marras.
Si acudimos al significado histórico, nos encontramos con dos decepcionantes experiencias españolas. La primera -que, por cierto, no cambió la bandera rojigualda duró menos de un año (de 11 de febrero de 1873 a 3 de enero de 1874); tuvo cuatro gobiernos y cuatro presidentes en este breve lapsus de tiempo; el segundo de ellos (don Estanislao Figueras) presentó su dimisión de una forma muy original: se ausentó de su despacho dejando una nota de su puño y letra que decía “ Estic fins al collons de tots nosaltres!” (no hace falta que traduzca del catalán para el lector); durante la etapa federal y cantonalista -antecedente histórico de las Autonomías-, Cartagena declaró la guerra al Imperio Alemán y bombardeó el cantón de Málaga, entre otras curiosidades. Por otra parte, la ahora reivindicada II República (que comenzó el 14 de abril de 1931 y despreció su propia legalidad -según historiadores solventes- a raíz del triunfo del Frente Popular en febrero de 1936) es la más conocida, pues no ha dejado de ser jaleada en las aulas desde antes de la Transición por profesores formados en la “deconstrucción” pedagógica. Tras dos golpes de Estado (uno monárquico el 10 de agosto de 1932 y otro socialista-separatista el 6 de octubre de 1934) desembocó en la guerra civil del 36 al 39, en la que la mitad de España se obstinó en eliminar a la otra mitad. Esto debe figurar en el debe de aquel Régimen, junto a la política sectaria, que fue la causante de la imposibilidad de convivir. En el haber, no pueden dejarse de loar los intentos (no pasaron de tales) de una necesaria Reforma Agraria y una no menos necesaria política educativa.
En cuanto a la etapa del Frente Popular -que es, al parecer, la más reivindicada- no me resigno a copiar el resumen del informe del Sr. Gil Robles ante las Cortes republicanas el 11 de junio de 1936, que abarcaba desde el día 16 de febrero hasta esa fecha, y perdonen el recuerdo: 160 iglesias totalmente destruidas, 251 asaltos a templos, con diversos destrozos e incendios sofocados; 269 muertos; 1287 heridos, 215 agresiones personales; 138 atracos consumados y 23 tentativas; 69 centros particulares y políticos destruidos, así como 312 asaltados; 113 huelgas generales; 228 huelgas parciales; 10 periódicos totalmente destruidos y 33 asaltos a periódicos; 146 bombas explotadas y 78 que no llegaron a explosionar…
Para resumir, no creo que en la España de hoy exista una verdadera “conciencia republicana”, ni en el sentido etimológico ni en el político de innovación. A los españoles les preocupan más cosas como llegar a fin de mes, encontrar trabajo o conseguir un crédito. Tampoco creo que exista una “conciencia monárquica”; el futuro Felipe VI tendrá que ganárselo a pulso…Consecuentemente, a mí me preocupa más España y su amenazada unidad que la forma que adopte hoy la jefatura del Estado.
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