miércoles, 22 de agosto de 2012

Carta al alcalde de Ricote

(En apoyo a la mayoría de los vecinos de Ricote -Murcia- que desean mantener el nombre de José Antonio para una de sus calles, el Sr. Alcalde de la localidad está recibiendo numerosas cartas y correos electrónicos. De entre las que hemos tenido conocimiento reproducimos esta por su extraordinario valor testimonial y deseo de reconciliación definitiva entre españoles compartido por la Fundación José Antonio).



(Fotografía tomada del diario La Verdad de Murcia. Vecina colocando una pancarta en apoyo de la Calle José Antonio)

Sr. Alcalde de Ricote. Murcia:

 Con el debido... y mayor respeto, me dirijo a usted para rogarle que atienda a la mayoría del pueblo de Ricote que desea que perdure el nombre de la calle Jose Antonio.
Si Usted me lo permite, Sr. Alcalde, le diré... - con todos mis respetos- que la guerra que tanto mal hizo a los españoles, va para la cuarta generacuión que acabó, y pienso que ya es hora de que, respetando nuestras diferentes formas de pensar, nos demos la manos, unos y otros sobre todo, porque son poquísimos los que quedan ya de aquellos que, un día, cubrieron de sagre el suelo de España. 
Sr. Alcalde: Verdad es que se cometieron muchas barbaridades por ambas partes contendientes, pero creo que lo peor no fue lo que hicieran unos y otros; lo peor es el odio que engendró entre los diferentes bandos contendientes y que ALGUNOS, hoy día, tratan de mantener vivo...  por vaya usted a saber que razonamientos.
Verdad es que hubo muchas víctimas inocentes, viudas y huérfanos... y no cuento a aquellos que cogió en medio de la vorágine de los terribles acontecimientos... de entre los que está, la Persona  que da nombre a la calle que Usted quiere borrar.
Sr. Alcalde: El que le ruega que atienda a los vecinos que quieren que perdure el nombre de esa calle, es hoy un anciano de ochenta y un años, que perdió a su padre defendiendo la República; un tío y un hermano, como falangistas y a su madre de pena y dolor por la pérdida de un hijo y el hombre de su vida. Este anciano, conoció los fusilamientos que hicieran los Unos y lo Otros... y un sin fin de barbaridades, cada cual, de las más execrables. A este anciano Sr. Alcalde, le costó mucho ver que lo peor no es la guerra y sus secuelas, sino el odio que queda entre padres, hijos y hermanos.
¿No cree Usted Señor Alcalde que, es hora ya de que, si no hay olvido... haya al menos perdón? ¿No cree que es hora de que, por el bien común, aceptemos lo bueno que nos una y respetemos las diferentes formas de pensar de los demás?
A usted, Sr. Alcalde, le supongo un hombre joven político instruído, con la suficiente capacidad de razonamiento para entender que hoy día, las gentes quieren paz, justicia y progreso.
Por respeto a esa minoría, Sr. Alcalde, que desea que perdure el nombre de Aquel... que también fue un mártir de la barbarie, y para que se vaya borrando el odio, deje el nombre de la calle tal como está.
Mis respetoshacia Usted y mi agradecimiento si leyó mi súplica.

Fdo.: Francisco Sánchez Trigo.

sábado, 18 de agosto de 2012

Carta del Presidente de la FJA al Sr. Alcalde de Ricote (Murcia)


D. Celedonio Martínez
Alcalde de Ricote
30610 Ricote (Murcia)


Estimado D. Celedonio Martínez:
Me he enterado que, como alcalde de Ricote, ha aprobado recientemente en el Pleno Municipal la supresión del nombre «José Antonio» de una calle de su localidad. Como al parecer la decisión se ha tomado contra la voluntad de los vecinos de esa calle, alega usted en su disculpa que, a tan valerosa y arriesgada acción, le obliga la aplicación de la Ley de Memoria Histórica encaminada a eliminar símbolos y nombres que tenga que ver con el franquismo. Pero si acudimos al texto de la Ley nos encontramos:
Primero: Que su Exposición de Motivos se abre con la siguiente declaración: «El espíritu de reconciliación y concordia, y de respeto al pluralismo y a la defensa pacífica de todas las ideas, que guió la Transición, nos permitió dotarnos de una Constitución, la de 1978, que tradujo jurídicamente esa voluntad de reencuentro de los españoles, articulando un Estado social y democrático de derecho con clara vocación integradora».
Y en su párrafo quinto añade: «Es la hora, así, de que la democracia española y las generaciones vivas que hoy disfrutan de ella honren y recuperen para siempre a todos los que directamente padecieron las injusticias y agravios producidos, por unos u otros motivos políticos o ideológicos o de creencias religiosas, en aquellos dolorosos períodos de nuestra historia. Desde luego, a quienes perdieron la vida».
Y en su penúltimo párrafo se inicia: «En definitiva, la presente Ley quiere contribuir a cerrar heridas todavía abiertas en los españoles y a dar satisfacción a los ciudadanos que sufrieron, directamente o en la persona de sus familiares, las consecuencias de la tragedia de la Guerra Civil o de la represión de la Dictadura».
Segundo: Que en su artículo 1.1. dice«La presente Ley tiene por objeto reconocer y ampliar derechos a favor de quienes padecieron persecución o violencia, por razones políticas, ideológicas, o de creencia religiosa, durante la Guerra Civil y la Dictadura, promover su reparación moral y la recuperación de su memoria personal y familiar, y adoptar medidas complementarias destinadas a suprimir elementos de división entre los ciudadanos, todo ello con el fin de fomentar la cohesión y solidaridad entre las diversas generaciones de españoles en torno a los principios, valores y libertades constitucionales».
Tercero: Que en su artículo 2. 1. dice: «Como expresión del derecho de todos los ciudadanos a la reparación moral y a la recuperación de su memoria personal y familiar, se reconoce y declara el carácter radicalmente injusto de todas las condenas, sanciones y cualesquiera formas de violencia personal producidas por razones políticas, ideológicas o de creencia religiosa, durante la Guerra Civil, así como las sufridas por las mismas causas durante la Dictadura».
Cuarto: Que en su artículo 3.1. dice: «Se declara la ilegitimidad de los tribunales, jurados y cualesquiera otros órganos penales o administrativos que, durante la Guerra Civil, se hubieran constituido para imponer, por motivos políticos, ideológicos o de creencia religiosa, condenas o sanciones de carácter personal, así como la de sus resoluciones».
Parece pues obvio que una Ley que se inicia invocando el espíritu de reconciliación y concordia, y de respeto al pluralismo y a la defensa pacífica de todas las ideas, y que consagra todo lo anterior, no debiera alegarse precisamente contra quien fue condenado por un «Tribunal Popular», fusilado por sus ideas políticas un 20 de noviembre de 1936,y que en su testamento, pocas horas antes de su muerte, escribiera: «Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas calidades entrañables, la patria, el pan y la justicia... Perdono con toda el alma a cuantos me hayan podido dañar u ofender, sin ninguna excepción, y ruego que me perdonen todos aquellos a quienes deba la reparación de algún agravio grande o chico».
Quizás usted, D. Celedonio, como tantos otros, sólo conoce de la Ley su artículo 15. 1, que bajo el título «Símbolos y monumentos públicos» se dedica a «la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura». Pero a menos que se posea una mente gravemente mermada para el desarrollo de los mínimos principios de la lógica, concluir que el solo nombre de José Antonio rotulando una calle, encierra y evoca en sí algún acto de exaltación al odio y al enfrentamiento entre españoles, únicamente encontraría explicación si se interpretase influido por una ignorancia supina sobre el personaje o, lo que es peor, fruto de un odio irracional que contradice frontalmente el pretendido espíritu de reconciliación  y concordia de la Ley.
Rectifique D. Celedonio, e infórmese objetivamente sobre la biografía de José Antonio, manteniendo su nombre en la calle. Que eso sí que será un signo de reconciliación y concordia, no sólo con la memoria histórica, sino con la verdad y la justicia de la Historia.
Cordialmente,
José Garate

martes, 14 de agosto de 2012

La «heroicidad» de los etarras (Por Miguel Ángel Loma)


Javier Rupérez firmaba este 25 de julio una Tercera titulada «Mi amigo Gregorio», donde recordaba muy cariñosamente al fallecido Peces Barba, con quien, a mediados de los sesenta del pasado siglo, compartiera ideología demócrata cristiana bajo la batuta de Joaquín Ruiz Jiménez. Por la amistad forjada en aquella época, se comprenden los múltiples elogios que el embajador repartía hacia el recién desaparecido, que más tarde se convirtiera en su adversario político desde el PSOE, donde Peces fue derivando progresivamente hacia posiciones de marcado sesgo anticristiano.
Sin embargo, cuesta comprender lo que escribía Rupérez al recordar aquellos años cuando su amigo defendía como abogado a etarras: «Todavía tengo en la memoria la activa participación de Gregorio... en la defensa de los terroristas de ETA, juzgados, condenados, y más tarde amnistiados en el llamado proceso de Burgos, cuando la violencia vasca estaba todavía teñida de la heroicidad que le otorgaba luchar contra la dictadura». Pese a que previamente mencionase a «los terroristas de ETA», ¡cuánto chirría encontrar expresiones como «heroicidad» e incluso la genérica y aséptica de «violencia vasca», en un fervoroso demócrata cristiano al referirse a los cobardes y criminales actos de los etarras! Esta confesada comprensión y disculpa hacia los terroristas etarras en aquellos años, no ya desde la izquierda, sino desde un ámbito demócrata cristiano, explica la larga vida del terrorismo separatista, la grave defección de gran parte de la Iglesia en el país vasco, y lo incoherente que puede resultar actuar en política bajo un apellido tan comprometido como el de cristiano.

domingo, 5 de agosto de 2012

Película Ispansi (Españoles





SINOPSIS


Poco después de estallar la Guerra Civil española, la República envió a 3.000 niños a Rusia para protegerlos de los bombardeos de los nacionales. Los primeros en salir fueron los niños de los orfanatos. Beatriz, hija de una acaudalada familia de derechas, cuyo padre y hermano eran falangistas, se quedó embarazada de un hombre que se negó a casarse con ella y decidió ocultar a su hijo en un orfanato de Madrid. Al enterarse del inminente viaje del niño a Rusia, roba los documentos de identidad de una republicana muerta (Paula) y se ofrece como voluntaria para cuidar a los niños. Emprenderá así un viaje terrible, rodeada de enemigos, y a miles de kilómetros de su país y de su mundo. En junio del 41, Hitler invadió Rusia. La continua llegada de tropas de refresco para la defensa de Moscú entorpece una y otra vez el viaje de los españoles. En una de estas paradas se les une Álvaro, un comisario político del Partido Comunista de España. (FILMAFFINITY)


CRÍTICAS



"Una metáfora de la concordia y armonía entre dos bandos incompatibles (...) la puesta en escena es aún más voluntariosa que su idea conciliadora y los retratos que hace son, aunque comunes, fuertes y eficaces. (...) Puntuación: *** (sobre 5)" (E. Rodríguez Marchante: Diario ABC) 
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"Una historia sin malos ni buenos, sin vencedores ni vencidos, tan llena de personajes grises que pierde interés en el primer viaje en tren. (...) Puntuación: ** (sobre 5)" (Irene Crespo: Cinemanía)