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martes, 4 de septiembre de 2018

OBISPOS ASESINADOS EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (José María García de Tuñón)

Después de la publicación, en este medio, de mi artículo que llevaba por título Los restos de Franco serán exhumados, donde al mismo tiempo recogía una cita de un artículo del socialista Joaquín Leguina, que hacía referencia a los obispos asesinados durante nuestra guerra civil (daba la cifra de 12), tuve la llamada de un buen amigo quien me manifestó: «No fueron doce, fueron once. En algún libro lo he leído». Después de escucharle le contesté: «Ambos estáis equivocados, han sido trece y de todos daré a continuación los nombres y fecha en que fueron asesinados».
Pero antes, permítanme los lectores diga que están en lo cierto quienes ven en nuestra guerra civil el final, eso quiero creer, de un largo proceso histórico, de signo explosivo, iniciado, aproximadamente, en la segunda década del siglo XIX. Por esta razón, pues, las aguas de 1936, mejor diría 1934, vienen ya corriendo de lejanas cordilleras.
Comencemos explicando que nuestra Segunda República es desconcertante. De nada sirve que en unas elecciones municipales en las que la Monarquía obtiene un número de concejales cuatro veces mayor que el de los republicanos, el rey se ve obligado a abandonar España. Al poco tiempo viene la quema de iglesias y conventos, casi un centenar. Los incendios esporádicos no faltaron en todo el quinquenio, siendo, posiblemente, el que más ha llamado la atención a los historiadores, la voladura de la Cámara Santa de la catedral de Oviedo y el asesinato de 37 frailes y sacerdotes, en toda España, en el mes de octubre de 1934.



Pero ahora centrémonos en el asesinato de esos treces obispos asesinados en los años que duró nuestra Guerra Civil. La primera víctima de aquel odio y de aquella furiosa persecución, fue el obispo de Sigüenza, Eustaquio Nieto Martín asesinado el 27 de julio de 1936. Se sabe que su cadáver fue sometido a varias cremaciones vejatorias, sin que se permitiera dar sepultura a sus restos, siendo éstos arrojados al fondo de un barranco.
Después vino el asesinato del obispo de Lérida, Salvio Huix que no pudo escapar de la persecución que reinaba en aquella provincia dominada por el Frente Popular. Él era catalán, nacido en la parroquia de Santa Margarita de Vellors (Gerona). Pero a sus asesinos les daba lo mismo que fuera catalán o no. El odio por el clero, y por todos los que, por ejemplo, iban a misa, llevó a sus asesinos a fusilarlo el 5 de agosto, y con él, ese día, asesinaron a 21 seglares.
A cinco kilómetros de su capital diocesana, Cuenca, asesinaron a su obispo, Cruz Laplana Laguna, el 8 de agosto. Ese mismo día asesinaron también a su secretario y pariente Fernando Español. El obispo murió de sotana ya que a la hora en que fue prendido se negó a vestirse de paisano. Los dos fueron sepultados en una fosa común del cementerio de Cuenca, donde la víspera había sido depositado también el cadáver del sacerdote Manuel Fernández Vitoria.
El siguiente obispo asesinado fue Florentino Asensio Barroso, obispo de Barbastro, una localidad de escasa población que quedó literalmente diezmada de resultas tan solo de matanzas ajenas a la guerra. Fue el 9 de agosto cuando en el kilómetro 3 de la carretera de Sariñena, de la provincia de Huesca. En el mismo lugar, cuatro días más tarde, iban a ser asesinados 20 religiosos claretianos.
El día, 9 de agosto, un piquete de milicianos acabó con la vida de Miguel Serra Sucarrats, obispo de Segorbe. Con él fueron asesinados dos sacerdotes seculares, dos hermanos franciscanos y un religioso carmelita. Sus asesinos fueron ejecutados el 28 de junio de 1939. Uno de ellos declaró que el obispo cuando vio las armas que ya le apuntaban para disparar, les dijo: «Vosotros podréis matarme; pero no podréis impedir que yo os bendiga».
«Quien a Dios tiene nada le falta», rezaba el lema que hizo grabar en su escudo Manuel Basulto Jiménez, obispo de Jaén. La mañana del 19 de julio, elementos muy exaltados se lanzaron a la calle. Un grupo de ellos se dirigió al palacio episcopal y detuvieron al obispo. Lo llevaron a la catedral donde iban metiendo a los detenidos. Días después sería trasladado en el «tren de la muerte», camino de la cárcel de Alcalá de Henares. Antes de llegar a un lugar llamado Caseta del Tío Raimundo, detuvieron el tren e hicieron bajar a todos los prisioneros en tandas para ser ametrallados. Era el día 11 de agosto.
Serían las once de la noche del 21 de julio cuando unos agentes entraron en el palacio episcopal de Tarragona con la orden de conducir al cardenal Vidal i Barraquer y al obispo auxiliar, Manuel Borrás Ferré, al punto que ellos eligieran con tal que no fuese Tarragona. Después de una serie de vicisitudes que llevaron a tener que separarse, al obispo lo subieron a un camión, el 12 de agosto, con dirección a la localidad de Valls. Le hicieron bajarse poco después y un par de descargas de fusil terminaron con su vida.
Narciso de Estérraga Echevarría, obispo de Ciudad Real, no parecía correr ningún peligro, pero pronto empezaron a ponerse muy mal las cosas hasta el punto de que tuvo que refugiarse en la casa de unos de sus feligreses. Fue descubierto el 22 de agosto y junto con su capellán, Julio Melgar, acribillado en las cercanías de Peralvillo del Monte, a ocho kilómetros de Ciudad Real.
Manuel Medina Olmos y Diego Ventaja Milán, ambos, respectivamente, obispos de Gaudix y Almería, tuvieron destinos paralelos. Los dos fueron detenidos para, más tarde, junto con 40 sacerdotes, conducidos al barco prisión Astoy Mendi. No había pasado un día cuando los trasladan al acorazado Jaime I, donde reciben un trato vejatorio. El 29 de agosto los bajan del barco y los hacen subir a un camión junto con 6 sacerdotes y otros seglares. A todos los llevaron por la carretera que va de Motril y Málaga donde en un momento determinado los bajan del camión y acto seguido fueron asesinados. Allí los quemaron y enterrados sus restos en una fosa común. Eran, en total, 17.
A juzgar por la fecha, 4 de diciembre de 1936, en que sucedió el asesinato de Manuel Irureta Almandoz, obispo de Barcelona, es en cierto modo poco explicable dentro de una zona de persecución no suave en los excesos contra los sacerdotes y religiosos. Cuando varios milicianos lo encontraron en una casa de Pueblo Nuevo, barrio de Barcelona, y después de llevarlo por algunos comités, lo fusilaron junto con otras personas católicas que estaban en el piso con el obispo.
Por muchos motivos, el asesinato del agustino Anselmo Polanco Fontecha, obispo de Teruel, reviste algunas peculiaridades, la principal porque su fusilamiento fue el 7 de febrero de 1939, algo menos de dos meses de la victoria nacional. Cuando fue apresado sería encarcelado: primero Valencia y después Barcelona. Ante el avance de las tropas nacionales, los presos fueron trasladados hasta Pont de Molins, a 18 kilómetros de Francia, y en ese paraje silvestre, fusilados...
El último asesinado fue Juan de Dios Ponce Pozo que era administrador apostólico de Orihuela en sustitución de monseñor Irastorza, que enfermo y agotado, pidió de la Santa Sede dispensa de la residencia canónica y para suplirle en las funciones de gobierno se pensó en el citado Juan de Dios. Algunos historiadores no lo citan como obispo, pero lo era en funciones. Así lo reconoce quien mejor y más ha escrito sobre la persecución religiosa en España, el obispo Antonio Montero Moreno. El 30 de noviembre de 1936, Juan de Dios Ponce y Pozo junto con otros nueve sacerdotes, fueron asesinados junto a las tapias del cementerio de Elche.

(*) Artículo publicado en el nº 88 de "Desde la Puerta del Sol"

Nota: El artículo de Joaquín Leguina al que se refiere el autor del artículo puede consultarse aquí 
http://www.eleconomista.es/opinion-blogs/noticias/9219681/06/18/MEMORIA-HISTORICA.html

lunes, 23 de julio de 2018

LEOPOLDO PANERO Y PABLO NERUDA (José María García de Tuñón)

Cuando José Antonio pronunció aquellas palabras que decían: «¡Ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete», no eran, precisamente, palabras vacías ni faltas de contenido porque no pasaría demasiado tiempo sin que un poeta, Leopoldo Panero, frente al Canto general que escribió el poeta chileno Pablo Neruda, uno de los pocos escritores que dicen que la historia de la literatura no sería la misma sin su obra, alzara el poeta español su Canto personal expresando así el sentir y el pensar de un grupo de poetas afines a una generación a la que ellos pertenecían.


(Leopoldo Panero)


Pero hay un momento en que Pablo Neruda, nacido en Parral, al sur de Chile, el 12 de julio de 1904, en su Canto general dedica un poema «a Miguel Hernández asesinado (sic) en los presidios de España». Es, este poema, que reproducimos solo una pequeña parte de él, , el que, muy probablemente hizo perder la calma al poeta español, Leopoldo Panero.

Que sepan los que te mataron que pagarán con sangre.
Que sepan los que te dieron tormento que me verán un día.
Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre
en sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos
de perra, silenciosos cómplices del verdugo,
que no será borrado tu martirio, y tu muerte
caerá sobre toda su luna de cobardes.

Leopoldo Panero lee la ofensa y el insulto de Pablo Neruda a sus amigos Dámaso Alonso y Gerardo Diego y desea salir en su defensa: «Tus insultos de perra son tu anillo / de Judas, agarrado a tu pescuezo». También porque, en palabras de Dionisio Ridruejo, todo el poema de Neruda es un insulto a España y que queda reflejado, a título de ejemplo, en estos versos: «España entró hasta el Sur del Mundo. Agobiados / exploraron la nieve los altos españoles. / El Bío Bío, grave río, / le dijo a España: ”Detente”...». Así pues, un Martes Santo 31 de marzo de 1953, marchó Panero a pasar la Semana Santa a su casa de Castrillo en la provincia de León. La idea de contestar a Neruda le dominaba y se sintió moralmente obligado a hacerlo. Además, tenía la completa seguridad que si el propio Miguel Hernández hubiera vivido habría sido él quien escribiera una carta análoga al poeta chileno de palabra española. En los ocho días que permaneció en su casa compuso la mayor parte del poema, con principio y con final: «podría decirse que era una versión reducida del texto publicado, pero sin que faltase nada esencial». A su regreso a la capital de España es en el bar de nombre exótico Ombú donde Leopoldo Panero sigue escribiendo el poema grande, fluyente y estremecedor que finalizaría a últimos de mayo, en el tiempo pues, en que las acacias han tardado en abrir completamente sus hojas esta primavera.
Sin embargo, para el poeta Carlos Bousoño en el Canto personal de Panero se halla lo peor de este poeta, aunque al mismo tiempo reconoce que tiene algunos fragmentos excelentes «que yo pondría sin vacilación en una exigentísima antología de su obra», termina diciendo el poeta asturiano. Pero cuando Panero escribió su Canto personal en contestación al Canto general de Pablo Neruda, separados en aquellos momentos por inmensos espacios, no estaba pensando solamente en escribir la poesía que él sabía escribir sino que quería salir al paso de la ofensa que el poeta chileno hacía a España y a sus amigos Dámaso Alonso y Gerardo Diego.
A la histeria antiespañola de Neruda, opone Panero una caritativa hidalguía, que no le impide alzar la voz cuando el caso lo requiere. De todas las maneras, Pablo Neruda entregó una carta, fechada en la capital de Francia el 27 de septiembre de 1957, a Ángela Figuera Aymerich, escritora española, considerada como una de las principales figuras de la denominada poesía de la Primera Generación de la Postguerra española. Era una carta abierta que comenzaba diciendo: «Queridos poetas españoles, aquí me tienen muy cerca de la tierra española y lleno de sufrimiento por no verla y tocarla…».
En otra entrevista, años más tarde, con Antonio Colinas, poeta, ensayista y novelista, Premio Nacional de Literatura en 1982, vuelve a hablar de su relación con España, mostrándose dolido de que algunos poetas españoles, como el propio Panero, Ridruejo y Rosales le hubieran acusado de antiespañol: «¿Qué puedo yo decir de España, de sus hombres, de sus tierras? España es una parte muy importante de mi vida: una parte extraordinariamente grave, profunda y decisiva en mi historia personal…».
Para el escritor cubano Gastón Baquero, Pablo Neruda fue un grandísimo poeta, pero Neruda ha muerto, como poeta, a manos del Neruda político. Según el mismo escritor, Neruda no hace otra cosa que seguir la consigna que le marca el comunismo que le tiene por uno de sus voceadores. Por otro lado, Baquero condena Canto general, libro que demuestra sin lugar a duda que Neruda se vació y quedó muerto después de su gran parto. Fue para el cubano un libro indignante no sólo por la enorme cantidad de tonterías que dice, sino por el desprecio a la inteligencia del lector que supone decirles en esa forma. «Pero hubo particularmente una voz, la de Leopoldo Panero, que ofreció a la América y a España un espectáculo maravilloso: el de producirse en gran poeta y en gran cristiano al responder a Neruda».
Así, pues, la voz de Panero, sincera, recia y vigorosa; que escribió una carta de hermano, que se duele con el hermano de la mentira brutal: opone caridad al odio, y opone verdad al amaño de la propaganda. Con su contestación Leopoldo Panero «se coloca definitivamente en el sitio que le corresponde en la poesía española». Y enfrente de la poesía que destruye.

(*) Artículo reproducido en el número 75 de "Desde la puerta del Sol"

martes, 5 de diciembre de 2017

LA PRESENTACIÓN DE UN LIBRO (José María García de Tuñón)

No es la primera vez que me ocupo del libro de Jesús Cotta titulado Rosas de plomo, editado en el año 2015 por la desaparecida editorial barcelonesa Stella Maris. Pero una nota, recibida recientemente, de Falange Auténtica, éstos anunciaban la presentación del libro, por su autor, en la ciudad de Alicante. Ello me hizo recordar, uno de los trabajos más sugerentes que, hasta la fecha, se habían escrito sobre la discutida amistad entre Federico García Lorca y José Antonio Primo de Rivera.
Ya el año en que fue editado, varios medios se ocuparon de este libro y ahora, hace muy poco, el medio La Tribuna de Cartagena, ha rescatado una entrevista que entonces La Tribuna del País Vasco había hecho al autor. Otros medios también recogían las palabras que Lorca había dicho al biógrafo de José Antonio, Ximénez de Sandoval, muy amigo del poeta: «Verás cómo me matan antes que a José Antonio». Y es que entre Lorca y José Antonio «hay una gran complicidad que el resto de la España de ese tiempo no entendía», decía Cotta, Éste, en otro momento, declara que en Alicante «mataron por fascista a quien nunca lo fue del todo y a quien acabó siendo, por cristiano, un antifascista, un revolucionario enemigo de la pobreza y de la guerra».


(El autor Jesús Cotta)


Cotta en su bibliografía cita mi trabajo Marciano Pedro Durruti Domingo, publicado, en el digital de la Fundación Gustavo Bueno El Catoblepas. Creo, sin embargo, que el autor de Rosas de plomo no ha entendido bien lo que escribí sobre Marciano Pedro Durruti. Dice Cotta en las páginas-368-369 de su libro: «…Marciano Pedro Durruti fue asesinado en agosto del año siguiente en León por los mismos falangistas acusado de lo que era precisamente el objetivo de José Antonio: tender la mano a anarquistas y comunistas con el fin de que en ambos bandos se reconocieran los revolucionarios como amigos y así acaudillaran una revolución nacional que diera fin a los bandos y a la guerra. Ese era el objetivo de José Antonio, el de Marciano Pedro, el de Hedilla, y, a buen seguro, era también el deseo de Federico…». Sin embargo, las palabras de Cotta, puede dar lugar a cierta confusión porque el final de Durruti no fue exactamente así. Cualquiera que las haya leído y no conozca ese trágico final del hermano de Buenaventura, piensa que un día unos falangistas, sin piedad ninguna, se lo llevaron al paredón y le descerrajaron unos cuantos tiros hasta causarle la muerte.
Es cierto que fue fusilado, pero no asesinado, porque según el diccionario de la RAE: «asesinar» es matar a alguien con premeditación, alevosía, etc. Y los falangistas que lo ejecutaron cumplían órdenes del jefe provincial de Milicias de FET y de las JONS, quien al mismo tiempo había sido oficiado por el Tribunal Militar, que lo condenó a muerte, para que designase el piquete que al mando de un oficial tendría que ejecutar la pena impuesta, y ésta se cumplió el 22 de agosto de 1937. En aquellos años desobedecer la orden de un Tribunal Militar hubiera causada la muerte de quien la incumpliera. Lo que tenía que haber hecho aquel Tribunal, era encomendar, ese injusto fusilamiento, a un pelotón de soldados y nunca, incomprensiblemente, a un pelotón de falangistas. Durruti había sido acusado de conspirar para que fuera Falange Española la que acaudillase el levantamiento contra el Gobierno del Frente Popular, en vez del Ejército. Otros hablan de su participación en la conspiración hedillista. Pero esto último es difícil de creer puesto que si a Hedilla, a pesar de sus dos penas de muerte, a las que fue condenado, no sería fusilado, ni tampoco Ruiz Castillejo, de los Santos, ni Chamorro, condenados a muerte en el mismo Consejo de Guerra que condenó a Hedilla. ¿Por qué iban a fusilar a un falangista que no tenía mayor relieve que la de ser hermano del anarquista Buenaventura? Todo es muy confuso.


(Portada de "José Antonio y los poetas" del autor de este artículo editado por la Plataforma2003)


Cita también, mi libro José Antonio y los poetas, Cotta recoge unas palabras que en el mismo reproduje del falangista Francisco Villena que escribió poco después del asesinato de Lorca y que al autor de Rosas de plomo le parecen «una bellísima elegía, sobre Federico, donde condena sin ambages a los asesinos, a quienes llama almas de metal y bolcheviques blancos, y lamenta que el imperio hubiera perdido a su mejor poeta». Al mismo tiempo cita al también falangista Luis Hurtado Álvarez que publicitó, el 28 de marzo de 1937, otro lamento en el semanario falangista Antorcha y de quien solo reproduce un corto texto obviando, entre otros, el último párrafo: «Tu cuerpo ya es silencio, silencio nulo y sombrío; pero sigues viviendo intensamente vivo, en las formas que laten y en la vida que canta: apóstol de la luz y de la risa. Andalucía y Grecia te recuerdan. ¡¡Arriba España!!». El artículo completo fue reproducido en el nº 93 de la Gaceta de la Fundación José Antonio Primo de Rivera, en un artículo que escribí y que titulé El crimen fue en Granada. Era el mismo título del poema que Antonio Machado dedicó al poeta granadino.

El poeta tenía que morir en Granada. Como en su elegía a doña Juana la Loca: «Granada era tu lecho de muerte, / los cipreses tus cirios, / la sierra tu retablo…».

(*) Artículo originalmente publicado en Nº 8 de "Desde la Puerta de El Sol". 5 de Diciembre 2017.

domingo, 26 de noviembre de 2017

La poesía que Miguel Hernández dedicó a la Virgen (José Mª García de Tuñón Aza)

Decía el religioso italiano David María Turoldo que «sin los poetas nadie hubiera descubierto y comprendido esta misteriosa maravilla que es María». Quizá, por eso, Miguel Hernández, aunque afiliado al Partido Comunista, no olvidó a la Virgen porque le venía su recuerdo de cuando estudió en el colegio de Santo Domingo dirigido por los jesuitas, donde llegó a alcanzar excelentes notas que le valieron para ser Príncipe, Edil y Emperador, títulos éstos con que el colegio distinguía a sus alumnos más aventajados..



Este poeta, marcado por el dolor, nace el 30 de octubre de 1910 en la ciudad de Orihuela. El cabeza de familia se dedicaba a negocios de ganado, principalmente de lanar y cabrío. Las cosas no iban mal por lo que apenas cumplidos Miguel los cinco años ya comienza sus primeros estudios. Pocos años después el poeta ya sabía lo que quería. No era otra cosa que escribir poemas. Incluso consigue publicar el primero  en un medio escrito (en este caso en el semanario local El Pueblo de Orihuela), titulado Pastoril, que le sirve para abrir las puertas de futuras colaboraciones en semanarios y revistas y para formar parte de un pequeño grupo literario, donde se encontraba Ramón Sijé, que con el tiempo se convertiría en uno de sus principales apoyos, hasta tal punto que «la irrupción de Ramón Sijé en el círculo de amistades de Hernández fue determinante para entender ciertos aspectos de su obra y de su personalidad».

Publica su primer libro Perito en lunas, cuya edición fue costeada por el canónigo de Orihuela Luis Almarcha. Después un segundo, El silbo vulnerado, y, además, escribe la pieza teatral, La danzarina bíblica, sin abandonar su obra poética. Con este nuevo bagaje, con sus pocos ahorros, y con la ayuda económica de amigos, viaja a Madrid. Se entrevista con José Bergamín, que dirigía la revista católica Cruz y Raya, y le promete editar su auto sacro adelantándole un dinero. No vuelve, pues, de vacío a su tierra después de haber permanecido algo más de un mes en la capital, a la que retornaría una vez finalizado el auto sacramental que entrega a Bergamín, pero con nuevo título según sugerencia de éste: Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras. Por este tiempo, al volver de nuevo a Orihuela, lo que comenzó con miradas furtivas, se convierte en una relación formal con aquella muchacha que se llamaba Josefina.
En un nuevo viaje a Madrid conoce a los poetas falangistas Luis Rosales y Luis Felipe Vivanco que intervienen en su favor ante Federico García Lorca para que éste le ayude a estrenar su obra de teatro, El torero más valiente, en homenaje al torero Ignacio Sánchez Mejías; pero del poeta granadino no obtendrá ningún tipo de respuesta. Con esta desilusión, pero sin dejarse vencer, retorna a su casa donde le espera Josefina a la que no ha podido olvidar. Una vez terminada su estancia en Orihuela, vuelve a Madrid donde se encuentra, una vez más, con el rechazo de García Lorca a quien le desagradaba la presencia de Miguel. Un pequeño incidente con la Guardia Civil que le detuvo por ir indocumentado cuando paseaba a orillas del Jarama, hizo que afloraran las ideas que le venía inculcando Pablo Neruda y decide afiliarse al Partido Comunista. Después de haber publicado El rayo que no cesa, la Elegía a su amigo Sijé, y varias colaboraciones en la Revista de Occidente y en Caballo Verde, Miguel comienza a ser de sobra valorado hasta el punto de que Juan Ramón Jiménez le dedica un extenso artículo en el periódico El Sol.
Llega el verano y el aire que se respira en la capital de España, tanto social como político, está muy enrarecido. El poeta envía una carta a Josefina y le dice: «Están pasando muchas cosas en Madrid estos días. Anteayer, cuando volvía de despedirme en la estación de mi hermana Elvira que ya está en Orihuela, vi disparar a unos guardias contra unos fascistas. Y ayer, cerca del restorán donde como, estallaron cuatro bombas en una obra. Hay mucha gente parada, y los albañiles sobre todo, que están en huelga mucho tiempo ya, están desesperados y con hambre. Tengo ganas de que acabe todo esto, porque no va uno seguro por ninguna parte». A partir de aquí los acontecimientos se precipitan y el 18 de julio da comienzo un periodo triste para los españoles. Miguel sigue inmerso en un mar de dudas y no sabe qué hacer. Por fin decide enrolarse en el Quinto Regimiento y sale para el frente. Ingresa después en el batallón de El Campesino que le permite ir con frecuencia a Madrid, donde sigue con sus contactos con gente de las letras lo que le sirve para enrolarse en la 1ª Brigada Móvil de Choque que era la encargada de la difusión de la cultura, no incompatible con su nombramiento de comisario político. A pesar de los momentos difíciles por los que se estaban pasando, todavía tiene tiempo de acercarse a Orihuela y pedirle a Josefina que se casara con él, algo que consigue el 9 de marzo de 1937 después de una boda civil.
La guerra va tocando a su fin y decide pasar a Portugal donde llega en muy malas condiciones, viéndose obligado a vender su reloj. Su aspecto levanta sospechas al comprador temiendo que fuera robado y lo denuncia. La policía portuguesa lo detiene y lo entrega a las autoridades españolas. Es entonces cuando comienza para él un nuevo calvario, hasta que ingresa en la cárcel de Torrijos en Madrid, pero contra todo pronóstico, el gobernador civil ordena su libertad que a todos coge de sorpresa; era el 8 de septiembre de 1939. Regresa a Orihuela y una vez más la mala suerte se cebaría en él porque es denunciado y vuelto a detener. Le forman Consejo de Guerra el 18 de enero de 1940. El veredicto es de «pena de muerte». A partir de aquí algunas personas se mueven para evitar un trágico final, entre ellos el falangista Rafael Sánchez Mazas, que consiguen «conmutar la pena impuesta por la inferior en grado» que serían treinta años. Desahuciado dos años después por la grave enfermedad de tuberculosis, decide contraer matrimonio canónico con Josefina, y «no lo hacía por proteger a su mujer, sino porque jamás se desprendió de sus sentimientos religiosos». Fallecía en la madrugada del 28 de marzo de 1942, siete días después de haber comenzado la primavera.

A la figura de la Virgen María en su belleza silvestre, presentada como la más hermosa flor del campo, compuso Miguel Hernández este soneto:

¡Oh elegida por Dios antes que nada;
Reina del Ala, propia del zafiro,
nieta de Adán, creada en el retiro
de la virginidad siempre increada!
Tienes el ojo tierno de preñada;
y ante el sabroso origen del suspiro
donde la leche mana miera, miro
tu cintura, de no parir, delgada.
Trillo es tu pie de la serpiente lista,
tu parva el mundo, el ángel tu simiente,
Gloria del Greco y del cristal orgullo.
Privilegió Judea con tu vista
Dios, y eligió la brisa y el ambiente
en que debía abrirse tu capullo.


José María García de Tuñón es historiador y presidente de la Fundación José Antonio. Artículo publicado originalmente en el nº 284 de La Gaceta de la Fundación José Antonio.

Más sobre Miguel Hernández: El informe secreto de Falange. http://fundacionjoseantonio.blogspot.com.es/2013/10/el-informe-secreto-de-falange-falange.html