domingo, 16 de febrero de 2014

Textos (recientes) para el debate

A raíz de un acto conjunto de homenaje a Matías Montero (estudiante universitario falangista asesinado por militantes socialistas), se planteaba en las redes sociales a los líderes de los grupos falangistas la siguiente reflexión "Tras multitudinario acto ayer la lectura es ¿el pasado nos une y futuro nos divide?".


(Manuel Andrino y Norberto Pico en el acto de homenaje a Matías Montero)


La única respuesta la ofreció el Jefe de Falange Española de las JONS, Norberto Pico, quien en un honesto y vertiginoso mensaje afirmaba "Nos separa la falta de proyecto político. Ese es el reto".


(Norberto Pico)


Pocos son los que recuerdan que hace unos trece años -los días 10 y 11 de noviembre de 2001- se celebró en el hotel HUSA Chamartín de Madrid un importante Congreso Nacional falangista que intentó poner las bases de un sólido intento de situar al falangismo entre las fuerzas políticas con importante respaldo social en España.

La ponencia ideológica presentada y debatida en ese Congreso, cambiaba la forma tradicional de comunicar la propuesta política falangista desde la larga lista de puntos del programa fundacional a un conjunto resumido de sólo CINCO ideas fuerzas. En planteamiento no sólo buscaba mejorar la comunicación del ideario falangista sino también ofrecer un programa político de mínimos sobre el que poder sumar a personas y colectivos que pudieran ver su ideario reflejado en los mismos principios.

Resumidamente estos fueron:

1:- En primer lugar, La Falange concibe a España como Patria integradora y solidaria (...)
2.- En segundo lugar, La Falange defiende la unidad de la Patria sobre el fundamento principal de su Justicia. (...)
3.- En tercer lugar, La Falange defenderá la participación española en el contexto internacional lejos de todo seguidismo hacia los intereses propios de cualquier potencia extranjera. (...)
4.- En cuarto lugar, La Falange defiende como principal derecho, el derecho a la vida (...)
5.- En quinto y último lugar, Falange reivindica la construcción de una sociedad civil libre y articulada en sus diferentes elementos, con capacidad y derecho de expresarse más allá del corsé impuesto por los partidos, que pueda participar vivamente y con libertad suficiente para defenderse frente a un Estado manipulado por las oligarquías de la clase política y económica (...).

A pesar de que no pocos de los que estuvieron presentes en ese acto participan hoy en la dirección de los grupos falangistas, la mayoría desconocen o han olvidado esta importante iniciativa.


(Acto promovido por Falange poco después del Congreso que se menciona)


(Intervención de Jesús López -Jefe de Falange en 2001- en el mismo acto)


Poco tiempo después, las diferentes posiciones ideológicas sobre cuestiones tales como los movimientos migratorios provocaron un fuerte disenso en las filas falangistas.

Hoy, mujeres y hombres siguen luchando con el mismo espíritu fundacional. Unos en grupos falangistas, otros desde compromisos políticos diferentes y otros desde la sociedad civil. Este texto sólo pretende rescatar iniciativas que pueden contribuir al debate .

jueves, 13 de febrero de 2014

De instituciones y banderas (Manuel Parra Celaya en diarioya.es)



Es imposible sustraerse al circo mediático que se ha producido con ocasión de la declaración de la infanta Cristina. Y no es del todo ilógico, por el deterioro que ha producido en la Institución en momentos en que su popularidad no iba precisamente en aumento. Sin embargo, lo mismo ha acontecido en otras naciones europeas que aún ostentan la monarquía en sus jefaturas de Estado y la repercusión estrictamente política ha sido nula, dejando el protagonismo a las páginas de la prensa del corazón.
 Me adelanto a expresar dos opiniones, una objetiva y otra de concreto alcance subjetivo: la primera es mi convicción de que, efectivamente, todos somos iguales ante la ley, gran conquista del primitivo liberalismo y de la que ningún Estado moderno puede volverse atrás; ello incluye, claro está, a los órganos autonómicos que se niegan a cumplir disposiciones judiciales, incurriendo en flagrante delito, sin que hasta la fecha nadie haya invocado la mencionada conquista liberal; la segunda -la subjetiva- es mi escasa querencia por la Monarquía, lo que no impide en absoluto el acatamiento de una Constitución que la sitúa como cúspide y representante de España.
 Pero me imagino que al lector le traerán al pairo mis preferencias monárquicas o no, y no es sobre lo que quería hoy escribir. El hecho es que la presencia de la infanta Cristina en los juzgados de Mallorca ha convocado, junto a la famosa pasarela y como público de primera fila del mencionado circo, a unos cuantos portadores de la enseña que adoptó la II República. Obsérvese que no digo la tontería de bandera republicana, porque el primer experimento de esta forma de gobierno mantuvo la bicolor como bandera de España; como curiosidad histórica, se puede añadir que, con ocasión del destronamiento de Isabel II en 1868, aparecieron banderas tricolores, azul, roja y amarilla, por este orden, que invocaban el lema masónico de fraternidad, sabiduría e igualdad, y algunas incluían estrellas de Hiram, en alegoría al constructor del templo de Salomón, (ver referencia en Cataluña Hispana, de Javier Barraicoa), pero no en 1873. Así que de franja inferior morada, nada de nada. 
 El hecho de que un miembro de la familia real pase por los juzgados nada tiene que ver con el anacronismo (y error político, según el general Vicente Rojo) de la bandera tricolor de aquella ocasión de España. Por si fuera poco caer en el anacronismo, algunos de sus portadores se definen como separatistas (ellos dicen independentistas, claro); lo mismo le ocurre a un vecino de mi barrio barcelonés que ostenta en su balcón la estelada (vulgo, cubana) junto a lo que fue bandera nacional española de 1931 a 1936… ¿En qué quedamos? Se puede ser monárquico o republicano -o ninguna de las dos cosas, como un servidor- pero una y otra forma siempre lo serán de España.
 Aprovechar la declaración de la infanta Cristina para sacar del museo aquella enseña es, además, una muestra de oportunismo político. Quienes lo hacen son equivalentes a los que pidieran -supuestamente- la proscripción de los sindicatos obreros ante el chanchullo de los EREs y de las mariscadas, de quienes pidieran la ilegalización de PP por el caso Bárcenas o la del PSOE por los casos Roldán o Juan Guerra. Otra cosa es que se exija que la justicia de un Estado Social y de Derecho alcance lo mismo a una infanta que a los sindicalistas trapaceros o a los políticos corruptos, sean de izquierdas o de derechas.
 Está visto que la convivencia nacional tropieza demasiadas veces con oportunistas, sinvergüenzas y corruptos, así con quienes se empeñan en retornar a períodos históricos que no se caracterizaron, precisamente por propiciarla. Como en tantas otras cosas, es un problema de educación histórica y cívica de los ciudadanos, que nunca debe confundirse con manipulación, que es a lo que estamos ya acostumbrados desde hace muchos años.
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sábado, 25 de enero de 2014

Elogio de la desigualdad (Manuel Parra en diarioya.es Enero2014)


Si de verdad queremos dignificar la democracia o, lo que es lo mismo, autentificarla, es preciso tener la osadía colectiva de establecer una frontera nítida entre igualdad  y equidad, en franco debate con lo políticamente correcto. El famoso lema de la Revolución Francesa libertad- igualdad -fraternidad ha quedado como un eslogan publicitario más, pero, a poco que se piense, encierra en su definición un verdadero oxímoron: el uso de la libertad implica acentuar la desigualdad natural de los seres humanos, con lo que es difícil que convivan fraternalmente quienes, en función de su derecho a ser iguales, protestan contra quienes se distinguen en algo.
 He hablado de desigualdad natural, que es un hecho, pero que no se opone a la igualdad esencial en dignidad, y ello sustentado por raíces de índole teológica, que, si se ignoran o rechazan, propician que los hombres solo se midan por su utilidad, al modo de las cosas, o, como diríamos siguiendo a Bauman, buscando clientes en lugar de personas. En eso coinciden los materialismos, sean de derechas o de izquierdas; de ahí también el viejo chiste: el capitalismo es la explotación del hombre por el hombre, y el comunismo, al revés. 
 Tampoco se opone a la igualdad ante la ley -esa que los nacionalistas están empeñados en  cargarse- , que es una conquista auténtica y positiva del liberalismo inicial, que luego echaron a perder las aplicaciones de otras partes de su teoría.
 Decía que, salvo la dignidad esencial y la igualdad ante la ley, los hombres somos irrepetibles, esto es, desiguales entre sí, en capacidades, en intereses, en belleza, en altura, en aplicación de la voluntad, en capacidad de esfuerzo y de sacrificio… Y, punto y aparte, por las desigualdades sociales abismales que creó, precisamente, esa teoría liberal en su vertiente económica. A este tipo de desigualdades es a las que debe hacer frente cualquier Estado que se precie de social y más ese Estado del Bienestar que inauguró lejanamente Bismarck, aplicó Franco en España y está dispuesto a cargarse, inmisericorde, el neoliberalismo vigente.
 Ahora bien, las medidas que debe aplicar el Estado del Bienestar no pueden traspasar dos líneas rojas: la de imponer un igualitarismo buenista, a base de pasar la cuchilla sobre todo lo que destaque, con lo que lograría lo que ha sido su mejor fruto en España: imponer la mediocridad y la vulgaridad, y anular el sentido de responsabilidad de los ciudadanos, convirtiéndolos en entes pasivos o, como decía Giner de los Ríos, en mendigos del Estado o de la vía pública. 
 Es decir, lo que debe hacer el Estado no es velar por la igualdad sino por la equidad, en el sentido que da el diccionario de la R.A., E. en su 5ª acepción: Disposición del ánimo que mueve a dar a cada uno lo que merece, que es casi idéntica a la definición de justicia que procede de Santo Tomás de Aquino.
 Todo lo anteriormente escrito me delate indefectiblemente como docente y profesor -ya no en activo desde hace cuatro meses pero persistente en vocación y ejercicio personal de la pedagogía-, que sigue viendo a sus compañeros sumidos en el desespero a que ha conducido la tergiversación interesada y dogmática, casi sectaria, de la psicología constructivista, de la práctica a la baja de la atención a la diversidad, del trabajo por competencias y otros tópicos de la pedagogía de despacho y laboratorio. Frente a todo ello, un educador consciente (Gregorio Luri: Por una educación republicana. Proteus. Barcelona 2013) sostiene que pervertimos la democracia si la transformamos en un régimen de asistencia emocional a ciudadanos pasivos.
 Y un autor, exiliado por cierto, Salvador de Madariaga, afirma en su Ideario para la constitución de la tercera república, que tituló en 1935 “Anarquía o Jerarquía, lo siguiente: La igualdad de resultados no puede obtenerse más que tratando desigualmente, y desde luego desfavorablemente, a los más inteligentes, a los más activos, a los más capaces, todo lo cual sería a la vez injusto y desastroso, y a los menos escrupulosos, lo que desde luego no se podría hacer sin perjuicio para la sociedad.
 Pues lo dicho: autentifiquemos la democracia sustituyendo la injusta igualdad por la justa equidad. Lo otro es pura demagogia, que ha venido a sustituir entre nosotros al sentido democrático verdadero.
                                                                - See more at: http://www.diarioya.es/content/si-queremos-dignificar-la-democracia-es-preciso-establecer-una-frontera-entre-igualdad-y-equ#sthash.xKhem7Uh.dpuf

lunes, 20 de enero de 2014

¿Dónde están los 16.000 millones? (Artículo de Josep Borrell y Joan Llorach en El País el 20/1/2014)

El presidente de la Generalitat, Artur Mas, y Oriol Junqueras argumentan con frecuencia y rotundidad que si Cataluña fuera independiente, la Generalitat dispondría cada año de unos 16.000 millones de euros adicionales. Con ese dinero que “España nos roba” se podrían prestar nuevos servicios, evitar recortes y reducir deuda. Veamos algunos ejemplos. En junio de 2012, en una entrevista en el canal en español de la CNN, el señor Mas, decía que: “Si Cataluña no tuviese un déficit fiscal tan grande con España, de 20.000 millones de dólares anuales, en dos o tres años podríamos liquidar totalmente nuestra deuda”. En diciembre del mismo año, en un debate en la emisora RAC1, el señor Junqueras decía: “¡Hombre!, tendríamos 16.000 millones más de euros cada año; (...) son cuatro veces más que todos los recortes juntos que hace la Generalitat; (...) mira que es fácil ¡por el amor de Dios!”.
Esa cifra surge del informe de la Generalitat Resultats de la balança fiscal de Catalunya amb el sector públic central 2006-2009, de marzo de 2012, que hizo famosos los exactamente 16.409 millones de euros de déficit fiscal, que según la Generalitat, tuvo Cataluña con el Estado en 2009 (posteriormente ha dado a conocer una cifra parecida para 2010 y todavía no hay datos para 2011). Artur Mas escribe en el libro What’s up with Catalonia?, que se trata de un déficit anual “inmutable”.
Muchos catalanes están convencidos de que la Generalitat independiente dispondría cada año de esos 16.000 millones de euros adicionales. Y ese es un poderoso argumento en favor de la independencia. Pero realmente no es así. Y para explicarlo, imaginemos que al día siguiente de la independencia, los señores Mas y Junqueras se reúnen con el nuevo conseller de Hacienda, uno de los economistas que han puesto su prestigio como garantía de ese cálculo, para decidir en qué se van a gastar esos 16.409 millones.
El conseller carraspea y les dice que en realidad la Generalitat no dispone de esos 16.409 millones adicionales.
Leer artículo completo en http://elpais.com/elpais/2014/01/19/opinion/1390153695_441521.html

sábado, 11 de enero de 2014

Un documento político poco conocido

En Marzo de 1997, el Consejo Nacional de Falange Española aprobó un importante documento político. Documentos como éste evidenciaban que el Nacional-Sindicalismo no murió con José Antonio y el resto de los fundadores. Desde 1933, ya en la clandestinidad ya en la legalidad, miles de joseantonianos se han entregado a la tarea de actualizar la doctrina falangista. Extractamos parte de este documento.



Bases doctrinales

            Es necesario intensificar los referentes doctrinales para nuestros militantes. Respuestas de forma sistemática, extendiendo la frontera del Nacionalsindicalismo, fortaleciendo y rearmando ideológicamente a un conjunto de personas para acumular virtudes revolucionarias y deshacerse de la apatía de la sociedad hedonista. Frente a nosotros la fortaleza negra del neoliberalismo, tras las murallas multinacionales del mercado libre. El mercado ejerce una presión casi irresistible sobre todas las actividades para que se justifiquen en los únicos términos que reconoce: producir beneficios privados. El mercado, como el Señor Oscuro, sabe que su triunfo consiste en extender la duda entre sus enemigos, entre nosotros.
            En la ausencia de modelos comunes, afirmamos que la tolerancia se convierte en indiferencia y el pluralismo cultural degenera en un simple espectáculo estético. Se defiende la privatización de la moralidad, cuando.las opciones morales privadas suelen tener consecuencias sociales, especialmente la de los beneficiarios del sistema actual. Una filosofía pública para el siglo XXI debe conceder más peso a la comunidad que al derecho privado. Las grandes desigualdades son incompatibles con cualquier forma de comunidad. Las clases delincuentes se limitan a imitar a la clases más altas en su deseo de satisfacción inmediata así como en la identificación de la satisfacción con la adquisición material. Los delincuentes roban y las multinacionales se apoderan de las plusvalías a lo largo de todo el planeta.



Objetivos: fin de la ambigüedad

            Partimos de una base doctrinal sólida, común y lacónica. Compartimos unas señas de identidad y una cosmovisión universal. De ella procede una programa de máximos: la concepción de España como proyecto unitario común, desde su diversidad regional y plurilingüe, donde la única fuente de dignidad sea el trabajo. La proyección de España al exterior desde los valores de universalidad e hispanismo, dentro de sus coordenadas hispanas, europeas y mediterráneas. Esto se concreta en un Estado de forma política republicana, con sufragio orgánico. Por ello entendemos que la base política descansa en los municipios y en los sindicatos por rama de producción. En el parlamento confluyen los representantes de las regiones y de los sindicatos, así como de otros entes, como la Universidad. La propiedad pública recibe una especial atención, tanto en su forma comunal de los municipios, sindical de los trabajadores, nacional de todas las regiones. El Estado tributa el máximo respeto a la libertad, la integridad y a la dignidad de las personas, sin discriminación por raza, sexo, región o función social. Dado que esos valores son transcendentes, el Estado, expresión orgánica de la voluntad del pueblo español, se construye de abajo hacia arriba, desde el municipio al gobierno de la nación.



De la protesta

            Falange ha estado demasiado tiempo centrada únicamente en la protesta. Han sido las ocho principales.
1.    Protesta contra el liberalismo político que da el monopolio de la representación a partidos basados en la mentira y la difamación de unos contra otros, que destruye la verdad al hacerla relativa y dependiente de forma exclusiva de las mayorías mediatizadas por ese monopolio citado.
2.    Protesta contra el socialismo que nace con justicia para acabar dividiendo a los españoles, al igual que hizo el liberalismo. Protesta contra una doctrina que no cree en los valores transcendentes y de ese descreimiento nace el desdeñoso Libertad ¿para qué? de Lenin.
3.    Protesta contra el secesionismo de gaita de los secesionismos egoístas vasco y catalán que pretenden convertir a los pueblos vasco y catalán en tierras de paletos, ayunos de universalismo. Si rechazamos el individualismo, abominamos del nacionalismo -el individualismo de los pueblos- que es una de sus formas dominantes.
4.    Protesta contra la persecución, encarcelamiento y asesinato de nuestros líderes primigenios. Asesinados por un Estado que se llamaba de Derecho. Protesta contra el GAL de los años treinta y sus seguidores en los ochenta.
5.    Protesta contra la ambigüedad y el ocultamiento de nuestras auténticas señas de identidad en la era de Franco. Desfiles en lugar de escuelas, hartazgo de fotos en lugar de libros, palabras y no hechos. Protesta contra la revolución pendiente.
6.    Protesta contra la monarquía parlamentaria nacida del 18 de julio, contra el gobierno débil de Suárez que multiplicó por 17 los gobiernos regionales de España.
7.    Protesta contra el ingreso en condiciones serviles inaceptables en una Comunidad Europea que no puede ser otra que la unión de las patrias.
8.    Protesta contra la corrupción socialista y contra la inoperancia vacilante de la derecha eterna, representada por el PP. Recuperación de los puntos de unión de FE y JONS (febrero de 1934), reafirmando el máximo cuidado en confundirnos con opciones derechistas.



Asumir responsabilidades

            Es hora de asumir que es inmoral vivir sólo de decir no, vivir únicamente de decir ¡basta! Hemos padecido un magnífico vacío en muchas cuestiones a las que hay que dar una respuesta común, sin limitarnos a la pregunta ¿qué hubieran hecho o pensado los creadores del falangismo ante tal o cual cuestión inexistente a principios de los años treinta?. Seamos clásicos de nosotros mismos y asumamos nuestra responsabilidad en el desarrollo de nuestra propia doctrina y nuestras propias formas de acción. Falange arriesga, dado que el riesgo es el único camino del éxito, y hace propuestas claras, tanto globales como concretas, a la sociedad española. No es nuestro propósito encorsetar la acción de futuro mediante una planificación exhaustiva, que deviene entelequia, sino bosquejando paradigmas globales, modificables en sus flecos ante los cambios sociales e históricos de la realidad, nuestra cultura en general y de nuestra Patria en particular. Asumiendo el riesgo, afirmamos la necesidad de disponer del modelo que pretendemos para que nuestra acción no se limite al testimonialismo sectario y/o al pragmatismo desideologizado de un Felipe González o de un Aznar.



A la propuesta

            Los falangistas no presentamos una simple alternativa, al modo del PP o del PSOE. No somos otra alternativa. Las opciones de poder cifran su única exigencia coherente en la aspiración a la inclusión en las estructuras dominantes más que a una transformación revolucionaria de las relaciones sociales, económicas, políticas y humanas. Ninguna ideología debe conseguir la hegemonía si sólo sirve para legitimar los intereses de una clase en particular y anular los de las demás. (Discurso transversal). Lo que da fuerza vinculante a las ideologías es su capacidad de hablar a las necesidades y los deseos humanos permanentes.

            Tarea es ésta que, como tantas otras, corresponde a nuestra juventud, que no permita que la escamoteen el presente con promesas del mañana, como a alguno le aconteció antaño. El reto de los jóvenes es crear un nuevo lenguaje que refleje nuestros valores. Forjar términos inéditos, en pro de la expresión exacta del paradigma que pretendemos bosquejar, formas nuevas para ideas por realizar.


martes, 31 de diciembre de 2013

JOSÉ ANTONIO ¿FUE DE DERECHAS? (José María García de Tuñón en dignidaddigital.com)

(El historiador José María García de Tuñón)

Así terminaba un reciente artículo que el catedrático Juan Velarde Fuertes publicó en la revista  «Cuadernos de Encuentro» (nº 114), que comienza narrando su primera asistencia, con sólo   nueve años, a un mitin, de políticos de la Ceda, que se celebraba en su pueblo natal de Salas (Asturias). Por lo que sigue contando, nada le gustó lo que dijeron aquellos políticos. Antes una joven universitaria, tía del prestigioso médico e historiador asturiano José Ramón Tolivar Faes, que se casaría con una nieta de «Clarín», había reunido a un grupo de niños, diciéndoles: «Voy a explicaros qué es eso de Falange, lo que dice José Antonio, y porqué deberíais ser falangistas». A continuación, el catedrático habla de sus estudios de economía, de sus colaboraciones en el diario «Arriba», de su paso por la Universidad como educador, etc. etc., hasta terminar, con la citada pregunta: «José Antonio, ¿fue de derechas?».

Nunca sabremos cuál sería la respuesta de Velarde Fuertes. Se la puede uno imaginar, pero no deseo correr el riesgo de expresar lo que pienso; prefiero escribir, en el corto espacio de que dispongo, algunas cosas que dijo o dijeron de aquel hombre que, como García Lorca, no tuvo la muerte que merecía, y, después, cada lector que diga la respuesta que estime oportuna.


(El catedrático de Economía, Juan Velarde)

Comienzo citando a otro José Antonio, el comunista, José Antonio Balbontín, quien dijo, sobre la Reforma Agraria que pedía el líder falangista, era más radical que la suya. El también comunista José María Laso Prieto tomó estas palabras en un artículo que publicó en la revista    «Altar Mayor», año 2007: «Incluso se atribuye a José Antonio Balbontín, que había ingresado en el Partido Comunista de España procedente del Partido Social Revolucionario, la afirmación de que el proyecto de reforma agraria de José Antonio era incluso más avanzado que el del PCE, donde ya entonces militaba Balbontín». Todo el que haya leído un poco a José Antonio sabe quehabló de los abusos del gran capital financiero, de los especuladores y de los prestamistas, pidiendo al final la nacionalización de la Banca. Lo recordó la escritora y jurista Mercedes Formica cuando dijo que el fundador de Falange «fue, rechazado y ridiculizado por su propia clase social, que nunca le perdonó sus constantes referencias a la injusticia, el analfabetismo, la falta de cultura, las viviendas miserables, el hambre endémico de las zonas rurales, sin mas recurso que el trabajo de temporada y la urgencia y necesidad de la reforma agraria».


(Portada de la revista Cuadernos de Encuentro)
Por su lado, la escritora Rosa Chacel, firmante del. Manifiesto de los intelectuales antifascistas, padeció el exilio, y encontrándose en Buenos Aires compró las «Obras Completas» de José Antonio que leyó de un golpe, según escribió. Y aunque le salpicaron los fascismos europeos «leyéndole con honradez se encuentra el fondo básico de su pensamiento, que es enteramente otra cosa. Fenómeno español por los cuatro costados». Es cierto lo que dice esta mujer, Premio Nacional de las Letras, porque la mayoría de los que hablan de José Antonio jamás lo leyeron y menos con honradez.  La socialista Victoria Kent, la que se opuso al voto femenino, dijo de él que era «un perfecto caballero, un perfecto hombre, con toda la cortesía. Y debo decirlo porque eso es lo justo»

(José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española)

José Antonio prescindió de Giménez Caballero, que compartió la derecha filofascista de Gil Robles; de Ansaldo, que sólo pensaba en castigar con la violencia; del marqués de Elisada, hombre de confianza de Alfonso XIII.  Mientras tanto fueron llegando personas destacadas de la izquierda política: Oscar Pérez Solís, promotor fundacional del PC; Manuel Mateo, secretario de organización del PC;  Juan Orellana, sindicalista del PC; los socialistas José García Vara y Matías Montero, ambos asesinados por sus antiguos camaradas antes de dar comienzo la guerra civil; Marciano Pedro, hermano de Buenaventura Durruti; Nicasio Álvarez de Sotomayor, que fue secretario de la CNT; Camilo Olcina, que fue secretario de la Marina Mercante en la CNT, etc. etc. Negoció con Prieto y Pestaña una alianza de los socialistas no marxista y los sindicalistas no anarquistas. Y termino con la misma pregunta que formuló Velarde Fuertes: «José Antonio, ¿fue de derechas?»..

                                                                       JOSÉ Mª GARCÍA DE TUÑÓN AZA

viernes, 27 de diciembre de 2013

Como quien espera el alba (Fernando García de Cortázar en Abc, 3 oct. 2013)



(El autor: Fernando García de Cortázar)

El exilio puede deformar la imagen de una patria. El depósito de los recuerdos, el cementerio de los proyectos cancelados asombran la mirada de quienes demasiadas veces tuvieron que contemplar España desde lejos. Al otro lado de la frontera, aprendieron que el exilio no es un lugar, sino una inmensa sensación de pérdida. Vencido en una guerra entre españoles, derrotado en una lucha funesta en la que nadie combatió contra España, Luis Cernuda tituló un puñado de poemas amargos con una conmovedora alusión a un mañana posible: Como quien espera el alba. Adversario de quienes  propiciaron la tragedia, el resentimiento habría de acompañarle hasta su muerte.  Y hasta ella llegó también  la nostalgia viva, el amor implacable por un  a España que nada, ni la catástrofe de aquel enfrentamiento, podía poner en duda. Para este hombre a solas, España continuaba ahí, como referencia emotiva: “Tierra nativa, más mía cuanto más lejana”. Para este hombre despojado de todo, menos del idioma, de la tradición cultural que nadie podía arrebatarle, España adquiría su tensión más honda, su veracidad sin fisuras, al reconocerla en esa perspectiva dolorosa, en pie sobre la historia.
            Un país evocado de este modo no puede ser una mentira. Una nación que se sueña con tal intensidad no puede ser un error. Una patria escrita así no puede ser una concesión a la oportunidad política, ni un acomodo de coyuntura, ni el producto bastardo de una negociación. En los vanos esfuerzos por atender los requerimientos de quienes nunca han creído en España, hemos llegado a deponer nuestras emociones y a pensar que al nacionalismo separatista se le podía regalar el monopolio de la pasión por vivir en comunidad, el sentimiento de pertenencia, la fe en un destino colectivo, la confianza en una tradición de siglos. Asustados por los fantasmas retóricos de nuestro pasado, hemos creído que a los españoles debía bastarnos con levantar un muro de argumentos constitucionales, una masa de preceptos, un túmulo de normativas. Ahí están, desde luego. Ahí se encuentran las razones que certifican la existencia de una nación constituida en Estado, garantizando a todos sus habitantes los derechos inalienables de la ciudadanía moderna. Ahí está el compromiso intransigente para preservarlos.
Pero, junto a las razones de legalidad y legitimidad que tantas veces han sido expuestas en esta misma página, no permitamos que pueda extenderse una imagen que ya ha llegado a dañar la causa que defendemos. No toleremos que el nacionalismo pueda oponer la emoción de una patria histórica a la frialdad de un Estado de diseño. No permitamos que el nacionalismo siga presentándose como la voz del corazón, la expresión de la cultura, mientras España pasa a ser envoltorio jurídico, capa superficial de un malentendido revocable. El nacionalismo pretende siempre tomar esa ventaja, moral y estética al tiempo: pregonar su humillada autenticidad social frente al oprobio de un poder artificioso. ¿Vamos a permitir que el secesionismo siga propagando la imagen de una Estado español que no es nación y de una nación catalana sin Estado?.
No concedamos a tales farsantes el beneficio de nuestras propias dudas, ni dejemos traslucir la falta de confianza en nosotros mismos. Repitámoslo una vez más, para que quienes exigen moderación y diálogo acaben por entenderlo. Lo que está en juego no es una reforma institucional, sino la quiebra de un sistema político, cuya destrucción debe empezarse por lo más elemental, por sus propios fundamentos: la idea misma de una nación española soberana. El objetivo del nacionalismo catalán es la disolución de España que implica la demolición de la pluralidad sobre la que se ha constituido nuestra democracia. Implica romper un acuerdo estable sobre valores esenciales, reglas de juego y mecanismos de gobierno, pero también sobre una idea de España. Implica la radical infidelidad a lo pactado, pero también la temeraria renuncia a un espacio sin alternativas realistas. Implica, desde luego, romper con un sueño compartido antes por una mayoría social y sólo puesto en duda en este invierno de crisis, en lo más hondo de esta quiebra moral, en lo más doloroso de la pérdida de bienestar y esperanza. Sólo en estos escenarios de desdicha ha podido alcanzar resonancia una propuesta que siempre había sido marginal, folclórica y reaccionaria en la opinión que los catalanes depositaron en las urnas durante treinta años.
No estamos ante un pueblo catalán que ha tomado conciencia de sí mismo ni, mucho menos, ante unos ciudadanos que han adquirido la madurez suficiente para advertir que durante siglos Cataluña ha sido un país en cautiverio. A lo que hemos asistido es al abandono de esa construcción de una conciencia nacional española; a lo que hemos asistido es a la insensatez de nuestra clase dirigente, obstinada en descuidar la realidad de nuestra historia común, la autenticidad de nuestra cultura y la solvencia de una integridad colectiva que, a diferencia de los nacionalistas, nunca hemos confundido con el integrismo.
No ha sido la sociedad civil catalana la que se ha puesto en pie frente a un Estado artificial, sino los sectores que han sido adoctrinados, sobornados y exaltados con los recursos clientelares que proporciona la posesión de un poder político decidido a construir una nacionalización alternativa. La tramposa escenificación de una sociedad viva que lucha contra un Estado desalmado es la más grosera manipulación de las muchas que enarbola el nacionalismo catalán en estos días de su incierta gloria. No estamos ante un pueblo que manifiesta su voluntad de ser a expensas de la unidad de España, sino ante un proyecto secesionista que ha utilizado sin escrúpulos su inmensa capacidad de premiar y amedrentar, de promocionar y de marginar, de atraer y de excluir. Nada ha ocurrido como resultado de la evolución natural de los acontecimientos, como esa insultante “mayoría de edad” con que algunos desaprensivos quieren calificar el actual momento que sufre la política catalana.
Cuando salíamos de una dictadura, los catalanes comprendieron que sus derechos ciudadanos solamente les serían reconocidos en el marco de una España en la que Cataluña siempre había encontrado el espacio idóneo de su propia realización. Tras haber disfrutado de gobierno y parlamento propios, tras haber participado de la construcción de la historia en libertad de todos los españoles, el nacionalismo proclama ahora la necesidad de abandonar una esclavitud que él mismo ha administrado. Tamaña paradoja, semejante absurdo, nunca se dio en la historia de España.   
Un concepto de España parece dirigirse hacia el vacío. Una idea de España parece avanzar hacia el exilio. En la sobria y clara perspectiva de quienes, a lo largo de estos últimos doscientos años, proclamaron desde la intemperie y la expropiación su lealtad a una cultura que nos proporciona significado, señalemos aquí nuestro deseo de restauración de una patria libre, plural, integradora y consciente. Como quien medita en el rincón más triste de la historia. Como quien aguarda en el lugar más despiadado de la noche. Como quien espera el alba.

Fernando García de Cortázar. Director de la Fundación Dos de Mayo, Nación y Libertad