Cuando se pasa la barrera de los 70 el futuro es ya casi un enemigo (porque se ve cerca el final de todo) y el pasado pasa a un primer plano. No se sabe por qué (por algo el cerebro es el gran desconocido) el disco duro de la memoria comienza a ponerte delante de los ojos recuerdos, imágenes, personas, ambientes, paisajes, situaciones, vivencias y hasta amores y dolores que parecían desaparecidos.
PERSONAJES DE AYER Y DE HOY / Julio Merino Al menos es mi caso. Vivo un presente que es más pasado que futuro. Los personajes de ayer se me están haciendo personajes de hoy. Estoy reviviendo las infinitas horas que pasé con mis admirados Alejandro el Magno, Julio César, el Gran Capitán, Hernán Cortés, Napoleón, Wagner, Leonardo y Goya (¡vaya orgías que me monto con ellos en las altas horas de la madrugada de este mi retiro cordobés¡) o releyendo las páginas inmortales de mis guías literarios, Séneca (mi otro yo), Unamuno, Galdós, Bécquer, "Azorín" y Shakespeare (¿como olvidarme de "chespir" si escribí y publiqué más de 1.000 artículos con el seudónimo de Hamlet y tuve hasta tres perros con su nombre?). Pero, también están presentes en mis largas horas de jubilado los hombres de carne y hueso que más influyeron en mi vida personal: Emilio Romero, Torcuato Fernández Miranda, Sabino Fernández Campo y Don Ramón Serrano Súñer (y luego dicen que estoy solo). De los tres primeros ya escribí en esta serie, hoy me toca hacerlo de Don Ramón, la cuarta pata de mi Mesa de Admiraciones. Aquel Serrano Súñer que los falangistas del Movimiento tachaban de traidor a la Falange, de nazi al servicio de Hitler o de "cuñadísimo" por el simple hecho de haberse casado con la hermana de la mujer del Dictador y haber sido Ministro de los primeros Gobiernos del Régimen nacido de la Victoria de 1939. ¡Dios, qué manipulaciones de la verdad histórica¡. ¡Enanos mentales!.
Conocí personalmente a don Ramón el mes de diciembre del año 1972, cuando el editor Gregorio del Toro y yo fuimos a su casa de la calle Príncipe de Vergara de Madrid a proponerle que fuese Presidente del Jurado que estábamos confeccionando para entregar los premios de la Colección “Memorias de la Guerra Civil española” que habíamos puesto en marcha y digo personalmente porque antes de acudir a la cita yo ya me había leído de un tirón su gran obra “Entre Hendaya y Gibraltar” y muchos de los artículos que venía publicando en la famosa Tercera de “ABC”. Don Ramón se entusiasmó con la idea de la colección y decidió apoyarnos. Pero, de entrada puso dos condiciones tajantes: 1) Que los Premios tenían que ser totalmente imparciales y no aceptaría favoritismos a favor de los “nacionales” o de los “rojos”. 2) Que el Jurado tendría que estar formado por personalidades de los dos bandos de la Guerra Civil. Y así lo acordamos. Aquello, y la larga conversación que tuvimos después, me hizo comprender en el acto que don Ramón Serrano Súñer no era el personaje “traidor” a la Falange y “nazi” que los mediocres del Movimiento y los sumisos y “pelotas”, que habían divinizado a Franco, habían hecho creer, pues muy al contrario me encontré al hombre más culto que he conocido en mi vida y a un liberal convencido. Afortunadamente aquello fue el comienzo de una larga amistad que duró hasta su muerte, acaecida el año 2003, y cuando ya estaba a punto de cumplir los 102 años de vida.
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