Al escribir de carrerilla, casi mirando al calendario,
la fecha de hoy, me he dado cuenta del día en que vivimos, al menos del día en
que vivimos/morimos unos cuantos. En esta jornada municipal y torva, con un
Madrid donde hay reservas para travestis como en los Estados Unidos para indios
sioux. A estos y otras tribus, el Gran Jefe Blanco, en paz o en guerra, los
cambiaba de praderas y tierras de caza, como quien se cambia de pensión, pero
siempre tirando a peor. Aquí, no sé si en paz o en trifulca, el Gran Viejo
Profesor –Gran Padre Blanco de los madriles- los traslada también a otras
praderas de caza, de María de Molina a Vitrubio. Y de repente es como si me
encontrase en el extranjero, a mil leguas del Madrid que yo conocí, incluso en
tiempos malos, y me parece imposible que se diese tal día como hoy en este
Madrid que es una pulpa sucia y apestosa, y en una mañana tan clara como la de hogaño,
la consigna para toda una generación de españoles.
Muchas veces he contado que yo participé del discurso de
José Antonio de una manera casual, auditiva, y a rachas, a través de la radio
de un barecito de la Corredera Alta, con un grupo de estudiantes del Norte,
navarros en su mayoría, que allí tomábamos el aperitivo. Bien, la anécdota es
lo de menos, el caso es que por unas y otras cosas aquellas palabras han
marcado mi vida y la de todos mis camaradas; los de mi promoción y mi contorno,
los más queridos, ya en el otro mundo, por razones de sacrificio, de ley
natural y de asco. Y uno piensa cuántos otoños, inviernos, primaveras y veranos
han transcurrido desde entonces y cuántas ilusiones, cuántos esfuerzos, cuánta
sangre, cuánto heroísmo, cuánto miedo dominado, cuánta luz ha transcurrido
desde entonces y cuántos caminos abiertos se han cerrado, por el momento, al parecer,
definitivamente. En el mundo todo da vueltas y en España más.
(García Valdecasas, Ruiz de Alda y José Antonio)
Sólo cerca del
final acierta uno a ver en qué instante se decidió su vida de manera
indomeñable, salvo falta de decoro. Para mí fue aquel lejano 29 de octubre de
1933, como para otros muchos, al correr del tiempo, hasta llegar a los
emocionantes jóvenes y adolescentes de hoy, que han recogido el relevo sin
temblarles el pulso, con la exactitud de un buen atleta, y que conocen la
doctrina y hasta la manera de ser que se anunció aquel día, cincuenta y un años
hace, mejor que nosotros los viejos, porque nosotros todo aquello lo vimos
nacer y crecer junto a las aulas, los campos de España, los talleres y las
fábricas, primero en el corazón de manera abrumadora y luego más
intelectualmente. Pero estos jóvenes que a veces aparecen por mi casa ha
elegido la doctrina falangista, la doctrina joseantoniana –y en ella resumo
todas las aportaciones originales de otros compatriotas- de un modo
intelectual, preferentemente, aunque luego les ha desbordado el corazón,
eligiendo entre otras muchas y cómodas ofertas y en instantes, ya largos, ya demasiado largos,
de abatimiento nacional, cuando España agoniza.
Si repaso mi vida, como quien hace examen de conciencia,
veo que todo su acontecer transcurre como un río brotado de aquel lejano
nacedero, en razón de aquel domingo, de aquellas palabras y de las que
sucesivamente fue predicando José Antonio por España, durante tres años, hasta
su muerte, que aún duele y angustia como si fuese hoy. Las riberas de este río
han visto mucha historia, rebeliones, guerras, Itálicas destruidas
fulminantemente e Itálicas renacientes, ordenadas, florecidas al sol, y esto
sólo con una pequeña brisa procedente de aquel nacedero, no con el viento varón
que pudo haber engendrado o que no se aprovechó del todo para mover los molinos
de la Patria, no sólo los del bienestar, sino aquellos que engendran los bienes
del espíritu, de la fortaleza del país que fue llamado a cumplir una misión tal
día como hoy.
Ya vivo en pleno
invierno, en esa soledad reflexiva y tierna que da el vestíbulo de la vejez. Y
si hay algo de lo que me sienta contento es de mi fidelidad a aquel hombre y a
aquella fecha y de esa candela abrasadora que me ilumina en esta oscuridad y
que un día será luz de la madre España.
El Alcázar (dietario personal) 29 de octubre de 1984.
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