“He escrito mucho, y confiadamente, / con la sal de mis huesos, poesía:», escribe Leopoldo Panero en uno de los sonetos más arrebatados, colofón de las reflexiones de Javier Huerta Calvo. Los cincuenta años desde la muerte del poeta no han fructificado críticamente, pero hay alguna muestra, como el tomo de estudios coordinado por Juan Manuel Sandín El peso de lo alegre y esta edición de Javier Huerta Calvo. Se trata de una luminosa exégesis de las motivaciones ideológicas y estéticas, planteada con mayor profundidad en la introducción de Obra Completa (2007).
Como en toda selección, los riesgos son inevitables, acentuados si se ha llevado a cabo de entre «los textos, que aparecían una y otra vez corregidos por el poeta en un terco y, a veces, exasperante ejercicio de depuración estilística». El rigor de le edición presenta un detalle especial: Javier Huerta Calvo es natural de aquella Astorga en la que Leopoldo Panero (en compañía de Luis Alonso Luengo y Ricardo Gullón, sus amigos del alma) dio sus primeros pasos literarios. Ello explica la mirada especial del editor sobre ciertos episodios estéticos y humanos y el rescate de documentos esenciales.
Javier Huerta Calvo recuerda que el poeta sufrió comprometidos embates vitales, estéticos e ideológicos, no siempre interpretados con acierto. Para conocerlos resulta esencial la novela de Andrés Martínez Oria Jardín perdido. La aventura vital de los Panero (2009). Sin olvidar El desencanto, documento cinematográfico estremecedor. Estigmatizado en algún momento con la etiqueta de escritor franquista (de la que emergería gracias a la edición de Andrés Trapiello Por donde van las águilas y otros poemas) el autor insiste en factores determinantes, soslayados con frecuencia: una sólida formación cultural, un cultivo temprano y apasionado de la poesía, su compromiso juvenil con las ideas progresistas y una temprana experiencia cosmopolita de su estancia en Inglaterra.
Luminosa resulta la visión humano-literaria de su relación con Pablo Neruda y César Vallejo, hasta el extremo de que este último llevó a Leopoldo Panero a cierta simpatía por las ideas comunistas. La guerra civil será decisiva. Detenido a su llegada de Inglaterra (al ser considerado colaborador del Socorro Rojo) los sufrimientos vividos en la cárcel de San Marcos de León harán variar sus vinculaciones ideológicas. Se adhiere a la Falange, si bien su compromiso nunca se tradujo en posiciones extremistas, pero sí facilitó su amistad con Agustín de Foxá, Luis Rosales y Antonio Zubiaurre, origen de una desgraciada experiencia en Sudamérica. No falta entre sus amigos Luis Cernuda, a quien conoce en 1946 en Londres, en el grupo de los exiliados españoles. Pero tampoco la relación con el poeta sevillano fue armónica. No son las únicas experiencias personales que se reflejan en su obra. Su intensa amistad con Pablo Neruda quedará truncada con Canto personal, libro que tal vez «acrecentara la inseguridad, la desconfianza de Panero a la hora de publicar».
La edición
Común al fervor de Javier Huerta Calvo por el poeta, se presenta la objetividad de sus juicios, reconociendo la «endeble condición» de algunos textos. Consciente de la dificultad que implica una selección, ésta se ofrece «en una sucesión continua y coherente (…) desde el primero [poema] que publicó en 1929 hasta el último que dejó sobre su escritorio la noche antes de morir, en agosto de 1962». El corpus queda enmarcado con «Arte poética» y «Epitafio». Todos los poemas vienen amparados por tres epígrafes: «Texto», indicando su procedencia, «Comentario», con reflexiones muy orientadoras y notas complementarias, lo que hace de En lo oscuro, una magnífica antología.
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