domingo, 4 de diciembre de 2011

“José Antonio es un personaje molesto” por Carmelo López-Arias


  • (Artículo publicado en La Gaceta el 11-11-2011)
    El 20-N se cumplen 75 años del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera (1903-1936), fundador de Falange Española. José María Zavala ha acudido a los últimos testigos cualificados de tres momentos clave de su vida: el amor, la pérdida de libertad, la ejecución. Completa así en La pasión de José Antonio (Plaza & Janés) un acabado retrato de su personalidad, tan subyugante como su figura política.
    (José María Zavala en una fotografía de 20 minutos)

  • -¿Realmente interesa hoy José Antonio?
    -Sí, se convirtió en un mito y sigue siéndolo. Es todavía el Ausente. Despertó simpatías a derecha e izquierda como un hombre que supo vivir y morir por un ideal.
    -¿Qué había detrás del mito?
    -Lo más atractivo, como decía su hermana Pilar: un hombre de carne y hueso capaz de heroicidades, y también de caídas y arrepentimientos.
    -¿Fue un hombre religioso?
    -Sabía que estamos aquí de paso y tenía la mirada puesta en Dios, con un sentido religioso de la existencia. La víspera de ser fusilado hizo confesión general con un sacerdote con quien compartía prisión, y murió con un crucifijo colgado al cuello.
    -Antes hablaba de sus caídas…
    -Era muy tímido, pero logró superar esa timidez. Al mismo tiempo, tenía un carácter fuerte, en ocasiones displicente. Sin embargo, luego no dudaba en pedir perdón.
    -Como hace en su testamento…
    -Sí, porque su ímpetu era, a veces, ira. Pero cuando juzgaba a los demás de manera injusta (como a Franco, a quien vio en marzo de 1936, poco antes de su detención, y juzgó poco preparado para encabezar un alzamiento) sabía rectificar.
    -Era un aristócrata, ¿también un señorito?
    -Solo al principio. José Antonio Girón de Velasco contaba que tras estrechar la mano de algún camarada se la limpiaba después, pues le daba asco el sudor. También le molestaba el ruido que hacía Julio Ruiz de Alda al sorber la sopa.
    -¿Qué le hizo cambiar?
    -Cuando esos mismos camaradas empezaron a caer. Eso le transformó. En cierta ocasión le preguntaron por qué no dejaba la política y se dedicaba a su verdadera vocación, la abogacía. “Me sujetan los muertos”, contestó.
    -La guardia sobre los ‘luceros’ del Cara al Sol…
    -Sí, su sentido de la camaradería y de la amistad fue lo que le mantuvo en política y le convirtió en un mártir esclavo del deber. “Si tantos han caído, ¿cómo no va a caer el jefe?”, le dijo a su hermana Pilar poco antes de morir.
    -Pasó del peor defecto de la nobleza a la mejor virtud…
    -Hay un momento en el que deja de creer en los títulos nobiliarios, y le comenta a Ramón Serrano Suñer que si se casa prescindirá del suyo y de los de quien habría sido su mujer.
    -¿Quién, y por qué no llegó a serlo?
    -Pilar Azlor de Aragón, la duquesa de Luna: el gran amor de su vida, su novia de siempre. Su padre, el duque de Villahermosa, se opuso al matrimonio.
    -¿Por qué?
    -No quería que los títulos de la familia (una de las de mejor abolengo de España) se viesen ninguneados por el de marqués de Estella de José Antonio. Pero, sobre todo, porque le veía como el hijo de su enemigo.
    -¿Miguel Primo de Rivera?
    -Sí, le culpaba de la caída de Alfonso XIII. Además, José Antonio no era monárquico. Sin embargo, por lealtad, cuando el tren en el que en 1931 huía Victoria Eugenia de Battenberg paró en Galapagar, solo él la cumplimentó en el andén.
    -Pero dijo aquello de que “la monarquía se desprendió como cáscara muerta”…
    -Y el duque no se lo perdonaba. Tras el 14 de abril había cerrado su casa, el Palacio de Villahermosa (hoy Museo Thyssen-Bornemisza), para ir a vivir a Zarauz y Zaragoza. Ni después de la guerra volvió, porque Franco no cedía el poder a Don Juan.
    -¿José Antonio amó a Pilar hasta su muerte?
    -Entre los papeles de la cárcel había varias fotos de ella y poemas dedicados.
    -Pero hubo otras mujeres…
    -Sobre todo, Elizabeth Asquith, hija del ex primer ministro británico Herbert Asquith, casada con el Príncipe Bibesco, embajador rumano en Madrid, a donde llegaron en 1927. José Antonio fue su amor platónico.
    -¿Sólo platónico?
    -Es difícil saberlo. Hay una carta de José Antonio de marzo de 1936, ya desde la Cárcel Modelo, cuyo tono sugiere que había ‘algo’, y un telegrama de ella a él donde le dice: “Pienso en ti, amor”. Elizabeth escribió en 1941 una novela, The Romantic, sobre un triángulo amoroso… y va dedicada a José Antonio.
    -¿Cómo afrontó la cárcel?
    -Como un hombre recio y valeroso. Adaptó a su vida en prisión lo que era su vida en libertad: horarios, disciplina… Era una persona escrupulosamente ordenada y organizada y de gran entereza y fortaleza psicológica.
    -¿Tuvo esperanzas de ser absuelto?
    -Hasta el final. Y luego, de un indulto. Sabía que era víctima de un complot para acabar con su vida, pero se empeñó a fondo en su defensa y en la de su hermano Miguel y su cuñada Margot Larios, encarcelados con él. Incluso la víspera del fusilamiento le dijo a su hermana Carmen que todavía no estaba todo perdido.
    -¿Quién se encargó de lo contrario?
    -Francisco Largo Caballero. En sus memorias miente al decir que se enteró cuando ya no podía hacer nada. Juan García Oliver, su ministro de Justicia, describe en las suyas con todo detalle la sesión del Consejo de Ministros donde se rechazó el indulto.
    -¿Supo de los intentos de liberación?
    -Estaba al corriente, a través de la hija del práctico del puerto de Alicante, que le visitaba en la cárcel, de la labor del cónsul alemán, Joachim von Knobloch.
    -No pudo ser, y nació el mito. ¿Qué nos dice hoy su figura?
    -José Antonio es un revulsivo, un ejemplo de generosidad, de anteponer la Patria a los intereses personales. También un personaje molesto: representa lo contrario de lo que se estila. Por eso su ejemplo es una soberana lección para los políticos de hoy.
     

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